Estrategia de desarrollo, planificación, gestión y competitividad para gobiernos regionales de Perú
Autores: | Rivera Borjas, Saúl Dante Torres Rebaza, Miguel Francisco Almanza Cabe, Robinson Bernardino |
En las últimas décadas se han acumulado evidencias –desde la óptica de la competitividad– de que la riqueza de un país se crea, no se hereda, y que, si bien los recursos naturales pueden ser utilizados sosteniblemente para sentar las bases, no son determinantes para la mejora de la competitividad, menos para alcanzar el desarrollo.
Un aspecto que parece sostenerse, además de lo anterior mencionado, es si acaso la competitividad puede indicar altos niveles de bienestar a nivel no solo nacional sino también local, puesto que los niveles de bienestar están intrínsicamente relacionados con el bien que se logra dentro de una determinada población. Esta disertación ha sido ya probada y puesta en práctica, aun cuando existen estudios que afirman lo contrario, hoy en día existe una fuerte conexión entre los altos estándares de bienestar con los niveles de competitividad que se logran alcanzar, aun cuando estos todavía se relacionan con las diligencias propias de las empresas u organizaciones. En general, tal como lo sostienen Díaz, Álvarez y Ojeda: “las características clave del bienestar de los lugares tienen una fuerte asociación simbiótica con la cultura empresarial socioeconómica imperante, definida como la inclusión de rasgos relacionados con la competitividad, como el espíritu empresarial, la innovación, la asunción de riesgos y, de forma más general, aspiraciones, motivaciones y desarrollo de oportunidades”.
Un aspecto clave y decisivo en materia económica es que los países han concentrado en su mayoría su atención a satisfacer necesidades inherentes a la calidad de la población, a pesar de los tropiezos hallados en algunas experiencias, la calidad de vida que sobrellevan algunos países hacen notar que sus políticas en muchas ocasiones no representan las más viables, debido a consideraciones equívocas e inviables que se han traducido en desmejoras no solo de la calidad de vida de sus habitantes, sino también en los índices tanto micro como macroeconómico. A diferencia de aquellas naciones que han creado las condiciones para emprender dinámicas amigables tanto con la economía como con sus habitantes. Este rasgo suele darse en algunos países llamados emergentes basados precisamente en el aprovechamiento de sus recursos y riquezas, a pesar de que este último no se traduce en su totalidad en elevados índices de competitividad, tal como lo sostienen Díaz, Álvarez y Ojeda cuando señalan que “ En el mundo desarrollado, las mismas se traducen en un progreso del conocimiento y la creatividad mediante […] empresas y organizaciones complementarias” que logran resarcir de alguna u otra manera débiles gestiones o precarias administraciones.
El concepto de competitividad en su conjunto se ha diseminado atendiendo otros sectores a pesar de que lo determinante hoy para mejorar la competitividad y alcanzar el desarrollo es el conocimiento, las capacidades humanas y la tecnología para crear riqueza sobre dos pilares determinantes: la innovación y la productividad que en la actualidad juega un papel decisivo en la conducción de políticas no solo a escala global sino también a dimensiones locales o regionales, por lo que la competitividad, además de lo anterior no puede estar separada de lo que hoy en día se conoce como desarrollo puesto que él incluye en su vasta dimensión aspectos ligados a la economía y a la sociedad en su conjunto con el objetivo de conseguir mejores estándares de seguridad y estabilidad en sus habitantes.
En este marco, el propósito de la presente investigación es diseñar un modelo de gestión estratégica regional para implantar la gestión para resultados y mejorar la capacidad y efectividad de la gestión estratégica de los gobiernos regionales en su rol principal de impulsar la competitividad y el desarrollo regional.
Uno de los mayores retos que tienen el país y las regiones en la actualidad es cómo mejorar su nivel de competitividad para sostener altas tasas de crecimiento económico, así como generar mayores oportunidades de empleo y al mismo tiempo seguir disminuyendo los niveles de pobreza y extrema pobreza aún existentes para avanzar hacia el desarrollo y la prosperidad anhelada.