Reseña

La criminalidad en todas sus modalidades diariamente aumenta sus actores, sujetos pasivos
y mecanismos, resultando sumamente cuestionante que muchos de los actos son ideados,
preparados y/o ejecutados por menores de edad. Circunstancias como el abandono, el
consumo de sustancias psicoactivas y alcohol, las inadecuadas compañías, el maltrato
intrafamiliar, la extrema pobreza, la ausencia de oportunidades educativas, el bulling, la
desinformación mediática y las ansias de adquirir reconocimiento social son detonantes
innegables para que niños, niñas y adolescentes se vean inmersos en el mundo de la
delincuencia. La legislación y las autoridades son insuficientes para controlar a los menores
infractores, las leyes en extremo flexibles son acompañadas por medidas de corrección que
no satisfacen los requerimientos de reinserción social, readaptación y reparación integral para
las víctimas. El considerar, como en el caso colombiano, que los menores infractores no son
delincuentes, que los hechos que cometen no son delitos y que en el noventa y cuatro por
ciento de los casos se deben sus acciones a que también han sido victimizados, ha conducido
sin margen de duda, a que nos veamos abocados a situaciones de criminalidad extrema sin
por lo menos una pronta y asertiva salida.