El hombre que se mece
Historias mínimas
Autor: | Fernández Molano, Jaime |
Sobre El hombre que se mece
La muerte se pasea de principio a fin en estas historias breves e intensas, unas veces cumpliendo la siniestra tarea y otras tensando hasta la desesperación la temida cuerda. Porque la muerte se divierte como el gato con las presas y nunca sabemos si vino a pasar el rato o a terminar el juego. De esta manera, el espanto del hombre que viaja con el ataúd para su hermano asesinado y el drama del que extravía las cenizas de su madre, en las manos del diestro narrador, se transforman en historias cómicas.
Hay que andar de puntillas en estas páginas. No se puede confiar ni en luz de la mañana o el encanto del ocaso: cualquier cosa puede pasar.
Páginas tan peligrosas como el muchacho que canta «Mambrú se fue a la guerra» después de una masacre o el hombre que sobrevive al despiadado amor de once mujeres.
Una experiencia al borde del abismo.
Triunfo Arciniegas
El libro que usted tiene en sus manos (...) está atravesado por la muerte. Todos los hombres nos mecemos entre esta vida y la otra, cuando zozobramos a bordo de un avión viejo y descubrimos que somos «ateos de tierra firme». O cuando los paramilitares nos dejan libres al admitir que somos los ‘payasos’ del teatro del pueblo. O cuando, de bien niños, nos pasmamos ante la lucha a muerte de nuestros dos hermanos mayores con sendas muchachas en el catre del amor.
Arturo Guerrero
Teniendo en cuenta la naturaleza breve y exacta de los textos contenidos en El hombre que se mece, se impone la sorpresa elaborada en un devenir narrativo y poético relevante. Las dos partes del libro, cada una a su modo, son el escenario de una secuencia de detalles suspendidos en la simpleza de lo cotidiano, en la vida humana que experimenta cosas y que termina arraigada, para realzarse a sí misma, en el lenguaje.
Nayib Camacho O.
En su libro, la vida y la muerte se pasean de la mano en un contubernio inexplicable, sin que ninguna de las dos pretenda realzar su figura para opacar a la otra, como bien lo expresa el autor en estas líneas: “Cuando quise fundirme a mi potranco y ser para siempre un centauro, la daga del execrable hombre segó de un solo tajo la cabeza y también los sueños de la mítica criatura».
Henry Benjumea Yepes
Con El hombre que se mece, Jaime Fernández Molano enfrenta un reto adicional: el de aprehender la realidad en cápsulas literarias que no superan la media página. (...) Es un recorrido por las máscaras de un país en donde la violencia se escribe en plural: el prestamista, el violador y su verdugo, el fotógrafo, los poetas adoradores de la luna, los policías, el amigo asesinado... todos asoman su rostro por allí, y renglones después desaparecen.
Carlos Castillo Quintero