Reseña

Interrogar y confiar
en todas las criaturas,
tan solo eso.

Es uno de los haikus de Fernando y también la invitación que extiende en este libro. Nos invita a detenernos y observar el mundo natural que nos rodea; un mundo pletórico de vida y acontecimientos sorprendentes que tantas veces ignoramos en el frenesí de nuestros días. ¿Cuánta vida perdemos en el afán de vivir? ¿En qué momento dejamos de distinguir el canto de los pájaros, y aun de percibirlo?

Aguzar los sentidos, sacudirse la bruma en que nos envuelve la rutina y volver a la contemplación de los milagros que ofrece la naturaleza: el aleteo del colibrí, la florescencia del guayacán y del naranjo, la lluvia con su sinfonía de grillos, ranas y chicharras; la luna que miles de años de poesía no han podido agotar; sentir el viento entre las manos.
También hay un respeto profundo por la inocencia del niño y la sabiduría del anciano; la actitud vivaz y despreocupada de quien tiene un mundo por descubrir y la pausa del que mucho ha vivido y es consciente de su pequeñez se funden en una sonrisa cómplice.
La poesía de Fernando es un llamado a descubrir el universo en lo cotidiano, en todo aquello que, a fuerza de costumbre, a menudo se vuelve imperceptible: la devoción de una madre, el vuelo del gallinazo y las libélulas, las gotas de rocío, los frutos en un árbol.
Como el aguijón de la abeja, que arde en la piel como una llama invisible, esta selección de poemas es un pinchazo que nos alerta y recuerda la importancia de vivir en el instante.

Alejandro Rojas