Un mojito a las tres
Autor: | Mirabal, Carmen |
En los años 40, bajo el resplandor del sol caribeño y el aroma de los puros cubanos, Ernest Hemingway vivía en su hogar en las afueras de La Habana. Su fama como escritor ya se había extendido por todo el mundo, pero su vida personal estaba llena de altibajos, y su corazón a menudo buscaba algo más que la fama y la aventura.
En una de sus frecuentes visitas a la ciudad costera de Cartagena, en Colombia, Hemingway conoció a una joven de clase alta, de nombre María. Sus ojos eran como dos esmeraldas centelleantes, y su risa tenía el poder de iluminar incluso las noches más oscuras. Entre ellos surgió una conexión instantánea, como si el destino los hubiera unido en un caprichoso juego del amor.
Sin embargo, las circunstancias eran adversas para su romance. María estaba comprometida con un hombre al que sus padres habían elegido para ella, un matrimonio concertado que aseguraría la posición social y la fortuna de su familia. A pesar de los obstáculos, Hemingway y María se entregaron al romance, encontrando refugio en los brazos del otro durante las cálidas noches tropicales.
Pero el destino es a menudo implacable, y María finalmente tuvo que regresar a Cartagena para cumplir con su deber filial. Hemingway, aunque afligido, comprendió que no podía luchar contra las expectativas de una sociedad conservadora y aristocrática.
Años después, la nieta de María, una joven escritora en busca de material para su próximo libro, decidió viajar a Cuba para explorar los años de Hemingway en la isla. Con el corazón lleno de curiosidad y la esperanza de desentrañar los misterios del pasado de su abuela, se embarcó en una aventura que la llevaría a través del tiempo y del espacio.
En un humilde hogar en las afueras de La Habana, la anciana María, en su lecho de muerte, entregó a su nieta un puñado de cartas amarillentas, cuidadosamente atadas con una cinta de seda. Eran las cartas de amor que intercambió con Hemingway, testigos silenciosos de un romance prohibido que desafiaba las convenciones sociales de su época.
La joven escritora, con las cartas entre sus manos temblorosas, se propuso descubrir la verdad detrás de aquel amor perdido en el tiempo. Se sumergió en la investigación, buscando a personas que hubieran conocido a Hemingway durante su estancia en Cuba, ansiosa por desenterrar los secretos enterrados bajo capas de historia y nostalgia.
Con cada entrevista y cada descubrimiento, la joven se acercaba más a comprender la verdadera profundidad del vínculo entre su abuela y el legendario escritor. Y al final de su búsqueda, se dio cuenta de que, aunque el amor entre Hemingway y María pudo haber sido efímero en la realidad, en el corazón de su abuela perduró para siempre como un tesoro preciado, un recuerdo imborrable de un tiempo en que dos almas se encontraron en un rincón del mundo y se prometieron amor eterno.