Reseña

Hoy, a través de estudios pioneros como los de Jane Goodall, u otros enfocados en animales como los cuervos, sabemos que no solo los humanos son capaces de valerse de la técnica. Lo que indica esto es que dichos vivientes, considerados en relaciones concretas, poseen componentes aloplásticos y no solo orgánicos y físico-químicos. Pero a su vez podría pensarse en seres de silicio, seres de otros planetas o híbridos (cyborgs) con componentes típicamente aloplásticos como la técnica y el lenguaje. El lenguaje y la técnica no fueron creados pasivamente por los seres humanos, emergieron de la Tierra misma, en una orgía cósmica o heterogenética, y engendraron las realidades que reconocemos hoy como humanas, pero no solo esas realidades. Tanto la técnica como el lenguaje son modos de existencia en sí mismos y no tienen como propietarios ni únicos inquilinos a los humanos.

Como se puede constatar, este punto de partida, que a su vez implica una analítica del poder postantropocéntrica y su consecuente perspectiva sociológica universal, nos obliga a pensar un poco más allá del planeta Tierra y de la visión esférica del universo que los griegos nos legaron, pero ese ir más allá del planeta se produce a través de un hundimiento en la Tierra, de un enlodamiento en el océano de las fuerzas que constituyen y rebasan el cosmos organizado. El estrato aloplástico, partiendo de una analítica del poder postantropocéntrica, nos dirige hacia una concepción postantropocénica, a saber, que se sitúa no “después de”, sino “más allá” de los relatos y las definiciones del Antropoceno. ¿Y por qué no?, nuestra apuesta puede llegar a ser útil para reconsiderar las relaciones con los conocidos terrícolas y con eventuales seres de silicio, cyborgs y de otros planetas. No podemos saber quién habrá de venir a nuestro encuentro, o con quién nos vayamos a encontrar, pero sí podemos redefinir nuestros encuentros presentes y asegurar que venga quien venga, lo hará desde las entrañas de la Tierra, desde sus fuerzas y sus estratos.