Reseña

“En el momento que me reconcilie, por supuesto, con la ayuda del Señor, se sanará aquellos momentos duros que marcaron negativamente mi vida y comprenderé que todo lo que me aconteció no fue una desgracia, un castigo o una injusticia, sino una enseñanza, una lección aprendida para crecer en lo personal, profesional, espiritual, pastoral y familiar y sobre todo, en mi compromiso cristiano, capacitándome para mostrar el bello rostro misericordioso de Cristo y de la Iglesia”

“Para sublimar el dolor y el sufrimiento, lo primero que debo hacer es abrirle el corazón al Señor, experimentar su amor y su misericordia, contemplar sus llagas, su corona de Espinas, su costado abierto y su agonía en la Cruz”