Reseña

El primer texto que leí de Juan Antonio Arrieta se llamaba “Sueños de Valeria”. Además de deslizarme pausadamente por su narración, poética por naturaleza y no por elección, quedé absorta en la manera como miraba el pasado. Un pasado, al que hemos relegado por supervivencia al olvido. Los detalles, las formas, eran evocaciones fieles y familiares. Parecía que, de pronto, los objetos de la narración iban a aparecer arbitrarios en el aire. La nostalgia es un placer culpable en el que nos dejamos caer de tanto en tanto. Es exquisito -y un poco masoquista-reproducir nuestras victorias, nuestras batallas y también nuestros fracasos desde el lente misericordioso de los recuerdos. La obra que prologo es una evocación, una añoranza, un brazo cálido al nido. La prosa invita a la niñez, impone la nostalgia como el camino doloroso, excitante y seguro al conocimiento propio. La reminiscencia impregna sus páginas y le regala un halo de colores magníficos, y cuando solo se ve desolación, renace la esperanza de entre las líneas como una promesa. Las luces después del apagón. El nuevo amanecer. La brisa fresca que trae augurios y revelaciones. La prosa poética de este libro muestra sabores, olores, rincones familia-res de las dichas y desgracias diarias. El lector se encontrará eventualmente con espejos, o simplemente se divertirá sintiéndose extranjero, se alegrará en su papel de juez y espectador desde la distancia se-gura de quien está oyendo una historia ajena. En todo caso, lo que es imposible es pasar por estas páginas sin que quede en las manos, un poco de la desenfrenada pasión, que es un vicio corruptor en la escritura del autor, y que se contagia, como la risa de un niño. Valeria Martínez Arrieta Prologuista