La Universidad Mariana pensada desde los imaginarios sociales de los estudiantes de pregrado presencial
Autores: | Bejarano Chamorro, Jessica Andrea Jiménez Garcés, Claudia Mercedes Montenegro Vallejo, Gladys Andrea Pinchao Benavides, Luis Eduardo |
Colaboradores: | Montenegro Mora, Luis Alberto (Editor Literario) Vera Hernández, Luz Elida (Corrector) Chávez López, Ana Cristina (Corrector) Santacruz Perafán, David Armando (Diseñador) |
¿Quién soy? Esa pregunta, en apariencia sencilla, constituye la base epistémica de la filosofía y las ciencias sociales y humanas. Indagar sobre nuestra historia, ancestros y esencia ha sido una obsesión milenaria que le llevó a pensar a los griegos que éramos una suerte de piezas de ajedrez manipuladas por los dioses del Olimpo (a eso se le llamó fatalismo) y a los chinos –siempre tan gratamente enigmáticos- a vivenciar el tiempo no linealmente sino como una interrelación del “futuro” con el “pasado” en el que podemos sufrir consecuencias en tiempos pretéritos de lo que haríamos en el porvenir.
La filosofía tiene como pregunta matriz ese ¿Quién soy? El gran Sócrates dio un paso fundamental cuándo instauró su mayéutica del “sólo sé que nada sé”, una verdadera lección de humildad que es la base pedagógica del aprendizaje verdadero. Siglos más adelante, Descartes, un heredero adelantado de Aristóteles, sentenció: “pienso, luego existo”. Con ello trazó las coordenadas de la modernidad y nos definió como sujetos de razón. Pero ¿sólo somos lógica, racionalidad y sesos? Claro que no, al menos así lo expresan otros filósofos más contemporáneos, como Savater, para quien la ontología se nutre también de sentimientos, pasiones y emociones.
De sentimientos, miedos y razón. De allí la expresión “sentipensante” del sociólogo colombiano Orlando Fals Borda. Para el autor de “Historia doble de la costa” (1984), no es posible entender a las personas si no es pensándolas en varias dimensiones: su cultura, su religión, sus mitos, su entorno, sus gustos, sus habilidades, su ideología, su pasado… de ahí que él fuese el artífice de un modelo, una metodología más bien, que hoy por hoy es el paradigma del escrutinio social: la Investigación- Acción- Participante (IAP). Un corolario de esta forma de abordar las comunidades es el siguiente: el saber, la verdad, no son unívocos ni emanan de alguien en particular; ellos son productos de un hacer compartido que se va construyendo en la interacción entre iguales.