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ISBN 978-958-46-7581-1

Casa de luz

Autor:Hereyra Collante, José Luis
Editorial:Hereyra Collante, José Luis
Materia:861CO - Poesía colombiana
Publicado:2015-12-13
Número de edición:1
Número de páginas:100
Tamaño:23x16cm.
Precio:$40.000
Encuadernación:Cosido al caballete
Soporte:Impreso
Idioma:Español / Castellano

Reseña








A mi primo hermano Tomás Falquez Collante
El primogénito, el mayor de nosotros
Por su enorme sabiduría que encierra voces y visiones y arcanos
Y por sus palabras fraternas compartidas desde la infancia
Hasta la última luz del Faro de Cape May Point, New Jersey
Entre esas piedras resplandecientes y el monstruoso Atlántico

A la memoria de mi compadre Diomedes Daza Daza
Iluminado por la tenue luz de sus árboles del Popano
En la infinita fraternidad de tantos años

A la memoria de Dairo Torregroza Arroyo
Quien con su prodigiosa inteligencia y su fino corazón
Me ayudó a dibujar en las Sabanas mi nueva esperanza.

A Orlando Mejía Serrano
Anfitrión en las letras y en mitad del mar
Compañero verdadero en el peligroso periplo de meses
Que significó la escritura de este libro.












Prólogo

El día que recibí el encargo de escribir para este libro me llegó un regalo desde Córdoba, Argentina, de Tomás Strobert. Y obediente como soy, tanto a las órdenes de José Luis Hereyra como a los dictados del azar, puse manos en la obra y volví a leer Casa de Luz.

Arquitectura de frágiles pistilos, poesía fina de las palabras maduras que se empinan como imanes para atrapar la luz en las tinieblas. Noches que discurren entre negros presagios y de pronto una luna súbita que nos devuelve la esperanza. ‘Olvidarás la afrenta de las encinas que amaste’ es uno de los títulos que nos remite al Siglo de Oro español, y entonces uno comprueba la decantación definitiva de su lenguaje, que bebió de lo esencial de nuestro idioma y fue escogiendo, con el pasar de los años, las palabras más escuetas y desnudas para decir sus profundas verdades.

Nada hay de artificioso ni de alambicado en este poemario. Todo en él es sustancia, piedra pulida por el mar de los sueños, alimento guardado en la despensa de las civilizaciones ancestrales que sabían bien combinar el pan con la música. Hereyra dije, ‘sólo Dios puede saber la laya fiel de aquel hombre, señores yo estoy cantando lo que se cifra en el nombre’.

El amor puesto a prueba del dolor que lo abrasa, como incendio perenne que calcina sus días, entero como él y miura fuerte, resistirá siempre lombardas y huracanes, y ahí va, cantando como Malcolm Lowry por el desierto del mezcal, para nunca morir, para volver a vivir cuando ya ha muerto, para resucitar mil veces en virtud de aquella dama salutífera que le cayó del cielo, la poesía, o más bien, Josefina, que viene siendo para él la misma cosa.

Música dije. Todos los acordes del pentagrama hereyrano brotan de su laúd universal como ‘música de alas’ de quien pudo cruzar indemne ‘la línea del fuego’ y salir al otro lado, donde el arte lo esperaba sin haberlo abandonado jamás.

Y aún no he dicho cuál fue el regalo de Strobert. Éste: https://www.youtube.com/watch?t=148&v=JYieMiWmEpU El poema Jacinto Chiclana de Borges cantado por Zupay. Escúchenlo.

Y pueden dejarlo ahí mientras leen este prólogo. Dura 3.37. Prometo ser preciso. Casa de Luz es la luz después del túnel, no lugar común. Que me muestren poetas capaces de decir el amor con la simple desnudez con que se dice la vida. Hereyra pone, como pedía Azorín, una palabra después de la otra. Esto es todo. “Lejos está mi hogar, lejos está mi techo, y no acierto a saber si quiero seguir vivo o si empujaría un poco las sombras hacia el descanso eterno”.

Fue en virtud de esto que entendí que el regalo de Jacinto Chiclana era una señal del azar. Borges puso en él la tragedia nunca resuelta de la vida y la muerte, danzando alrededor del retruécano infinito del amor y de la música. Caracol obsesivo que nos cobra la razón obstinada del positivismo. Querer controlarlo todo y explicarlo y domeñarlo como si el amasijo mayor de la vida fuese una sustancia frágil. Hombre, dos puntos, único mamífero capaz de tropezar dos y más veces con la misma piedra. Siempre el coraje es mejor, la esperanza nunca es vana; vaya, pues, esta milonga para Hereyra Collante.

Bogotá, el 23 de septiembre de 2015
Manuel Guzmán Hennessey


























A mi primo hermano Tomás Falquez Collante
El primogénito, el mayor de nosotros
Por su enorme sabiduría que encierra voces y visiones y arcanos
Y por sus palabras fraternas compartidas desde la infancia
Hasta la última luz del Faro de Cape May Point, New Jersey
Entre esas piedras resplandecientes y el monstruoso Atlántico

A la memoria de mi compadre Diomedes Daza Daza
Iluminado por la tenue luz de sus árboles del Popano
En la infinita fraternidad de tantos años

A la memoria de Dairo Torregroza Arroyo
Quien con su prodigiosa inteligencia y su fino corazón
Me ayudó a dibujar en las Sabanas mi nueva esperanza.

A Orlando Mejía Serrano
Anfitrión en las letras y en mitad del mar
Compañero verdadero en el peligroso periplo de meses
Que significó la escritura de este libro.












Prólogo

El día que recibí el encargo de escribir para este libro me llegó un regalo desde Córdoba, Argentina, de Tomás Strobert. Y obediente como soy, tanto a las órdenes de José Luis Hereyra como a los dictados del azar, puse manos en la obra y volví a leer Casa de Luz.

Arquitectura de frágiles pistilos, poesía fina de las palabras maduras que se empinan como imanes para atrapar la luz en las tinieblas. Noches que discurren entre negros presagios y de pronto una luna súbita que nos devuelve la esperanza. ‘Olvidarás la afrenta de las encinas que amaste’ es uno de los títulos que nos remite al Siglo de Oro español, y entonces uno comprueba la decantación definitiva de su lenguaje, que bebió de lo esencial de nuestro idioma y fue escogiendo, con el pasar de los años, las palabras más escuetas y desnudas para decir sus profundas verdades.

Nada hay de artificioso ni de alambicado en este poemario. Todo en él es sustancia, piedra pulida por el mar de los sueños, alimento guardado en la despensa de las civilizaciones ancestrales que sabían bien combinar el pan con la música. Hereyra dije, ‘sólo Dios puede saber la laya fiel de aquel hombre, señores yo estoy cantando lo que se cifra en el nombre’.

El amor puesto a prueba del dolor que lo abrasa, como incendio perenne que calcina sus días, entero como él y miura fuerte, resistirá siempre lombardas y huracanes, y ahí va, cantando como Malcolm Lowry por el desierto del mezcal, para nunca morir, para volver a vivir cuando ya ha muerto, para resucitar mil veces en virtud de aquella dama salutífera que le cayó del cielo, la poesía, o más bien, Josefina, que viene siendo para él la misma cosa.

Música dije. Todos los acordes del pentagrama hereyrano brotan de su laúd universal como ‘música de alas’ de quien pudo cruzar indemne ‘la línea del fuego’ y salir al otro lado, donde el arte lo esperaba sin haberlo abandonado jamás.

Y aún no he dicho cuál fue el regalo de Strobert. Éste: https://www.youtube.com/watch?t=148&v=JYieMiWmEpU El poema Jacinto Chiclana de Borges cantado por Zupay. Escúchenlo.

Y pueden dejarlo ahí mientras leen este prólogo. Dura 3.37. Prometo ser preciso. Casa de Luz es la luz después del túnel, no lugar común. Que me muestren poetas capaces de decir el amor con la simple desnudez con que se dice la vida. Hereyra pone, como pedía Azorín, una palabra después de la otra. Esto es todo. “Lejos está mi hogar, lejos está mi techo, y no acierto a saber si quiero seguir vivo o si empujaría un poco las sombras hacia el descanso eterno”.

Fue en virtud de esto que entendí que el regalo de Jacinto Chiclana era una señal del azar. Borges puso en él la tragedia nunca resuelta de la vida y la muerte, danzando alrededor del retruécano infinito del amor y de la música. Caracol obsesivo que nos cobra la razón obstinada del positivismo. Querer controlarlo todo y explicarlo y domeñarlo como si el amasijo mayor de la vida fuese una sustancia frágil. Hombre, dos puntos, único mamífero capaz de tropezar dos y más veces con la misma piedra. Siempre el coraje es mejor, la esperanza nunca es vana; vaya, pues, esta milonga para Hereyra Collante.

Bogotá, el 23 de septiembre de 2015
Manuel Guzmán Hennessey
























A mi primo hermano Tomás Falquez Collante
El primogénito, el mayor de nosotros
Por su enorme sabiduría que encierra voces y visiones y arcanos
Y por sus palabras fraternas compartidas desde la infancia
Hasta la última luz del Faro de Cape May Point, New Jersey
Entre esas piedras resplandecientes y el monstruoso Atlántico

A la memoria de mi compadre Diomedes Daza Daza
Iluminado por la tenue luz de sus árboles del Popano
En la infinita fraternidad de tantos años

A la memoria de Dairo Torregroza Arroyo
Quien con su prodigiosa inteligencia y su fino corazón
Me ayudó a dibujar en las Sabanas mi nueva esperanza.

A Orlando Mejía Serrano
Anfitrión en las letras y en mitad del mar
Compañero verdadero en el peligroso periplo de meses
Que significó la escritura de este libro.












Prólogo

El día que recibí el encargo de escribir para este libro me llegó un regalo desde Córdoba, Argentina, de Tomás Strobert. Y obediente como soy, tanto a las órdenes de José Luis Hereyra como a los dictados del azar, puse manos en la obra y volví a leer Casa de Luz.

Arquitectura de frágiles pistilos, poesía fina de las palabras maduras que se empinan como imanes para atrapar la luz en las tinieblas. Noches que discurren entre negros presagios y de pronto una luna súbita que nos devuelve la esperanza. ‘Olvidarás la afrenta de las encinas que amaste’ es uno de los títulos que nos remite al Siglo de Oro español, y entonces uno comprueba la decantación definitiva de su lenguaje, que bebió de lo esencial de nuestro idioma y fue escogiendo, con el pasar de los años, las palabras más escuetas y desnudas para decir sus profundas verdades.

Nada hay de artificioso ni de alambicado en este poemario. Todo en él es sustancia, piedra pulida por el mar de los sueños, alimento guardado en la despensa de las civilizaciones ancestrales que sabían bien combinar el pan con la música. Hereyra dije, ‘sólo Dios puede saber la laya fiel de aquel hombre, señores yo estoy cantando lo que se cifra en el nombre’.

El amor puesto a prueba del dolor que lo abrasa, como incendio perenne que calcina sus días, entero como él y miura fuerte, resistirá siempre lombardas y huracanes, y ahí va, cantando como Malcolm Lowry por el desierto del mezcal, para nunca morir, para volver a vivir cuando ya ha muerto, para resucitar mil veces en virtud de aquella dama salutífera que le cayó del cielo, la poesía, o más bien, Josefina, que viene siendo para él la misma cosa.

Música dije. Todos los acordes del pentagrama hereyrano brotan de su laúd universal como ‘música de alas’ de quien pudo cruzar indemne ‘la línea del fuego’ y salir al otro lado, donde el arte lo esperaba sin haberlo abandonado jamás.

Y aún no he dicho cuál fue el regalo de Strobert. Éste: https://www.youtube.com/watch?t=148&v=JYieMiWmEpU El poema Jacinto Chiclana de Borges cantado por Zupay. Escúchenlo.

Y pueden dejarlo ahí mientras leen este prólogo. Dura 3.37. Prometo ser preciso. Casa de Luz es la luz después del túnel, no lugar común. Que me muestren poetas capaces de decir el amor con la simple desnudez con que se dice la vida. Hereyra pone, como pedía Azorín, una palabra después de la otra. Esto es todo. “Lejos está mi hogar, lejos está mi techo, y no acierto a saber si quiero seguir vivo o si empujaría un poco las sombras hacia el descanso eterno”.

Fue en virtud de esto que entendí que el regalo de Jacinto Chiclana era una señal del azar. Borges puso en él la tragedia nunca resuelta de la vida y la muerte, danzando alrededor del retruécano infinito del amor y de la música. Caracol obsesivo que nos cobra la razón obstinada del positivismo. Querer controlarlo todo y explicarlo y domeñarlo como si el amasijo mayor de la vida fuese una sustancia frágil. Hombre, dos puntos, único mamífero capaz de tropezar dos y más veces con la misma piedra. Siempre el coraje es mejor, la esperanza nunca es vana; vaya, pues, esta milonga para Hereyra Collante.

Bogotá, el 23 de septiembre de 2015
Manuel Guzmán Hennessey
























A mi primo hermano Tomás Falquez Collante
El primogénito, el mayor de nosotros
Por su enorme sabiduría que encierra voces y visiones y arcanos
Y por sus palabras fraternas compartidas desde la infancia
Hasta la última luz del Faro de Cape May Point, New Jersey
Entre esas piedras resplandecientes y el monstruoso Atlántico

A la memoria de mi compadre Diomedes Daza Daza
Iluminado por la tenue luz de sus árboles del Popano
En la infinita fraternidad de tantos años

A la memoria de Dairo Torregroza Arroyo
Quien con su prodigiosa inteligencia y su fino corazón
Me ayudó a dibujar en las Sabanas mi nueva esperanza.

A Orlando Mejía Serrano
Anfitrión en las letras y en mitad del mar
Compañero verdadero en el peligroso periplo de meses
Que significó la escritura de este libro.












Prólogo

El día que recibí el encargo de escribir para este libro me llegó un regalo desde Córdoba, Argentina, de Tomás Strobert. Y obediente como soy, tanto a las órdenes de José Luis Hereyra como a los dictados del azar, puse manos en la obra y volví a leer Casa de Luz.

Arquitectura de frágiles pistilos, poesía fina de las palabras maduras que se empinan como imanes para atrapar la luz en las tinieblas. Noches que discurren entre negros presagios y de pronto una luna súbita que nos devuelve la esperanza. ‘Olvidarás la afrenta de las encinas que amaste’ es uno de los títulos que nos remite al Siglo de Oro español, y entonces uno comprueba la decantación definitiva de su lenguaje, que bebió de lo esencial de nuestro idioma y fue escogiendo, con el pasar de los años, las palabras más escuetas y desnudas para decir sus profundas verdades.

Nada hay de artificioso ni de alambicado en este poemario. Todo en él es sustancia, piedra pulida por el mar de los sueños, alimento guardado en la despensa de las civilizaciones ancestrales que sabían bien combinar el pan con la música. Hereyra dije, ‘sólo Dios puede saber la laya fiel de aquel hombre, señores yo estoy cantando lo que se cifra en el nombre’.

El amor puesto a prueba del dolor que lo abrasa, como incendio perenne que calcina sus días, entero como él y miura fuerte, resistirá siempre lombardas y huracanes, y ahí va, cantando como Malcolm Lowry por el desierto del mezcal, para nunca morir, para volver a vivir cuando ya ha muerto, para resucitar mil veces en virtud de aquella dama salutífera que le cayó del cielo, la poesía, o más bien, Josefina, que viene siendo para él la misma cosa.

Música dije. Todos los acordes del pentagrama hereyrano brotan de su laúd universal como ‘música de alas’ de quien pudo cruzar indemne ‘la línea del fuego’ y salir al otro lado, donde el arte lo esperaba sin haberlo abandonado jamás.

Y aún no he dicho cuál fue el regalo de Strobert. Éste: https://www.youtube.com/watch?t=148&v=JYieMiWmEpU El poema Jacinto Chiclana de Borges cantado por Zupay. Escúchenlo.

Y pueden dejarlo ahí mientras leen este prólogo. Dura 3.37. Prometo ser preciso. Casa de Luz es la luz después del túnel, no lugar común. Que me muestren poetas capaces de decir el amor con la simple desnudez con que se dice la vida. Hereyra pone, como pedía Azorín, una palabra después de la otra. Esto es todo. “Lejos está mi hogar, lejos está mi techo, y no acierto a saber si quiero seguir vivo o si empujaría un poco las sombras hacia el descanso eterno”.

Fue en virtud de esto que entendí que el regalo de Jacinto Chiclana era una señal del azar. Borges puso en él la tragedia nunca resuelta de la vida y la muerte, danzando alrededor del retruécano infinito del amor y de la música. Caracol obsesivo que nos cobra la razón obstinada del positivismo. Querer controlarlo todo y explicarlo y domeñarlo como si el amasijo mayor de la vida fuese una sustancia frágil. Hombre, dos puntos, único mamífero capaz de tropezar dos y más veces con la misma piedra. Siempre el coraje es mejor, la esperanza nunca es vana; vaya, pues, esta milonga para Hereyra Collante.

Bogotá, el 23 de septiembre de 2015
Manuel Guzmán Hennessey



























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