Reseña

La cara de la guerra ya la conocemos: sus lágrimas, sus gritos, sus ausencias. Conocemos la cara de la exclusión, del hambre, de la injusticia, pero no conocemos la cara de la paz, simplemente porque no conocemos la paz. Pero podemos imaginarla, inventarla, sin maquillajes, con arrugas, con cicatrices, con ojos que no mientan. Ponerle cara a la paz es el reto.

Sabemos también ponerle el pecho a la brisa, nombre a las cosas y de manera valerosa le hemos sabido poner a cara a la guerra; ahora con el mismo valor y hasta con la misma ingenuidad queremos ponerle cara y manos a la paz, la miramos de frente, sin tener vergüenza del pasado, sin temer al futuro, desafiando el presente.
La mayoría de estas fotos las tomé en asambleas regionales, donde estuve como asesor de la Unión Sindical Obrera (USO) y como profesor de la Universidad Nacional de Colombia. Todas miraban a la Asamblea Nacional por la Paz.
En muchas de esas asambleas la gente apenas cantaba el himno nacional, pero sí el himno de la región que, en algunos casos, no era un marcha militar sino una canción tradicional.

Allí me regalaron estos rostros en muchas zonas del país, caras salpicadas de frases sin más orden que el que dan las ganas de decir qué entienden por paz, cómo la sueñan y cómo le quieren poner la cara.