Reseña

Este tríptico poético abre la primera ventana de las emociones conjugadas con los afectos más profundos en ofrenda onírica, los sueños insoñados, el ser, la nada y el todo desde una perspectiva posromántica, respondiendo así a la necesidad de rescatar un mundo sensible diluido en lo futil, utilitario y superfluo de la posmodernidad, para retornar a la adolescencia del espíritu que sueña y se asombra ante la belleza reflejada en el parpadeo de una estrella, el temblor de un pétalo de flor y el fulgor de un amanecer.
La segunda ventana permite mirar hacia un horizonte luminoso donde el hombre rinde tributo a la naturaleza, al arte, la cultura y el folclor en tramoleando la palabra, que a manera de pincel musical juega con las formas y relieves de los paisajes naturales e interiores; aquí es donde la palabra teje con ritmo las cadencias internas del verso que fluye con autenticidad y espontaneidad, sin artificios ni convenciones pues vive con intensidad las palpitaciones de la vida en armonía con los escenarios del diario acontecer humano embellecido por el milagro de la creación artística.
La tercera ventana induce a solazarse con ese eterno fantasear y divagar por los senderos del amor y las confrontaciones con una sociedad que no puede ver más allá del simple decir y expresar en breviario, punto de encuentro entre lo dulce y lo amargo del itinerario interior donde se toma distancia ante lo normal y prosaico para hacer énfasis en lo más valioso de la interioridad humana sin perder contacto con un mundo emergente y personal que se renueva en medio de las contradicciones propias del ser individual y a la vez social, pero que tiende a creer más en sí mismo y en la libertad de la palabra.