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ISBN 978-958-740-185-1

Modelo productivo para el cultivo de Maíz y soya en la Altillanura colombiana (Paquete Tecnológico)

Autores:Jaramillo, Cesar Augusto
Pulido Castro, Sandra Xiomara
Tatiana Paola Olarte
Herbintoy Alfonso
Hernández, Andrés Camilo
Campuzano, Luis Fernando
Caicedo Guerrero, Samuel
Editorial:La Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria AGROSAVIA
Materia:630 - Agricultura y tecnologías relacionadas
Publicado:2014-12-12
Número de edición:1
Tamaño:1483Kb
Soporte:Digital
Formato:Pdf (.pdf)
Idioma:Español / Castellano
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Reseña

Entre los años 2010 y 2011 el área cosechada de maíz aumentó alrededor de 9%, de 231.037 a 252.151 hectáreas; en ese periodo mantuvo su participación en el total del área cosechada en el país alrededor del 17%. Por su parte, la ocupación aumentó en cerca de 20.000 empleos directos en el periodo mencionado, debido principalmente al aumento de las áreas tecnificadas, principalmente en café, y de las siembras en la Altillanura (Fenalce, 2011).
Las importaciones de maíz amarillo aumentaron de 1,7 millones de toneladas en 2001 a 3,6 millones en 2011. Colombia se considera como un importador neto, condición que no ha variado sustancialmente. Los principales proveedores de maíz amarillo para Colombia son Estados Unidos (77%), Argentina (20%) y Ecuador (3%). El alto porcentaje de importación proveniente de Estados Unidos se entiende en buena medida por la diferencia del costo unitario por tonelada del importado frente al producido en el país; mientras en ese país fue de 96 dólares, en Colombia osciló entre 114 en Córdoba, y 140 en la sabana nativa del Meta (Observatorio Agrocadenas, 2004). No obstante, la situación actual demuestra la necesidad de un fuerte viraje que conduzca a reducir gradualmente las importaciones y sustituirlas por la producción nacional, fomentando el cultivo en áreas con mayor competitividad. Esta proyección se asocia directamente al cambio abrupto del precio internacional como consecuencia de la utilización en Estados Unidos de casi el 20% para la producción de etanol.
Si bien el país había venido registrando una mejora en su producción interna de maíz, que entre 2000 y 2005 creció 55% (de 1,2 a 1,9 millones de toneladas), para el periodo comprendido entre 2006 y 2010 la misma disminuyó de 1.473.027 a 1.268.764 toneladas, al tiempo que las importaciones aumentaron 28,5%, lo que configura un déficit permanente en la balanza comercial. En igual periodo el consumo aparente creció 39,5%, es decir, más de 1 millón de toneladas (de 3 a 4,2 millones) (Agrocadenas, 2006; Fenalce, 2011). Se estima que el 65% del volumen de consumo aparente de maíz amarillo tiene como fin la producción de alimentos balanceados.
La búsqueda de la productividad, la competitividad y la sostenibilidad de la cadena avícola y porcícola en el país son un imperativo en los tiempos de globalización de los mercados. Según Fenavi (2006), por sus particularidades y la extensión de su cadena, la industria avícola ofrece posibilidades interesantes para desarrollar un esquema de "clusters", con el propósito de reubicar las fuentes de producción, procesamiento, aprovechamiento y acceso a los mercados (internos y de exportación). Se trata de cohesionar los diferentes agentes económicos y sociales relacionados con esa actividad, para permitir el manejo de economías de escala en los diferentes procesos.
Uno de estos "clusters" se localizaría en la Altillanura plana de la Orinoquía, en donde es posible producir maíz y soya con costos inferiores a los de introducción del bien importado (Fenavi, 2006).
Los bajos precios de la tierra y la abundante disponibilidad de agua lluvia (especialmente en el primer semestre) contribuyen a lograr una producción de maíz sin aplicar riego, y a reducir los costos de producción de la tonelada de grano. Este programa se asocia con la necesidad de desarrollar acciones conjuntas entre el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural (MADR), la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (Corpoica), la Federación Nacional de Cultivadores de Cereales y Leguminosas (Fenalce), el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (Cymmit), Coagro, gremios y eslabones de la cadena avícola-porcícola, para continuar generando las tecnologías apropiadas (en este caso el componente genético), que faciliten el desarrollo del cluster proyectado.
El cultivo del maíz en Colombia posee condiciones favorables para su expansión, debido principalmente al precio internacional asociado a la reducción de los volúmenes excedentes exportables de Estados Unidos, donde se tiene proyectado utilizar el grano como principal fuente de biomasa para los procesos de producción de etanol como biocombustible. El precio internacional actual de 250 dólares, que tiende a llegar en el futuro cercano a los 252 dólares, representa para Colombia condiciones de competitividad, pues los precios actuales del producto nacional oscilan entre 200 y 300 dólares en las dos regiones de mayor competitividad (Caribe húmedo y Altillanura).
En este contexto, la Altillanura plana colombiana presenta, según los diferentes actores de la cadena, las mejores ventajas comparativas como efecto principalmente del costo de la tierra y la disponibilidad de un excelente régimen hídrico para la producción. De hecho, entre los años 2005 y 2006 el costo de producción por tonelada en esta región se estimó en 125 dólares, con tendencia a reducirse hasta 110 dólares.
Es menester entonces, continuar con el proceso de la revolución tecnológica realizada por Corpoica, Fenalce y Cimmyt, con miras a generar tecnologías apropiadas para convertir sabanas nativas en sabanas productivas con materiales genéticos colonizadores como el H-108 y el H-111. Los mismos son tolerantes a aluminio y bajos contenidos de fósforo, que han representado en un periodo relativamente corto la incorporación de más de 5.000 hectáreas en un sistema de producción maíz-soya.

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