Reseña

El mérito principal de la Agenda Nacional de Paz es la enorme diversidad de miradas que la alimentan. Indígenas, afrodescendientes, homosexuales, mujeres, eventos regionales, sectores políticos se ven reflejados
en sus conclusiones. La Agenda expresa esencialmente los anhelos populares por la paz, pero tiene su foco en lo que constituye la base mínima sobre la cual consolidar
una paz duradera; desde el campo popular —en el que los pueblos indígenas nos articulamos— es claro que la construcción de paz implica la concreción de miles de pactos —entre sectores sociales y empresariales, en el ámbito popular, entre intereses corporativos, entre ciudadanos que comparten recursos escasos, entre administraciones locales, etc.— que permitan
superar tensiones y conflictos que durante décadas han alimentado la guerra o se han resuelto a través de ella.
Eso significa —y así fue pensado en el proceso del Congreso para la Paz— que no se trata simplemente de un programa político popular, sino de una propuesta desde el campo popular a los sectores del establecimiento sobre los elementos que garantizarían transitar a una nueva etapa política en Colombia, donde las contradicciones sociales puedan resolverse mediante procedimientos civilistas.