Reseña

Los dos estilos para apalabrar la vida que presentan los autores en esta obra, contienen lenguajes que dan vida a un estilo doblemente interesante: la escritura colaborativa, a dos manos y, la creación misma. En el cuento Sólo con palabras, la escritura compartida se vuelve deliciosamente peligrosa, más aún si es a través de la red, ese gran aporte del desarrollo que la humanidad nos lega hoy la tecnología y que nos permite disfrutar del engaño de una presencia remota y mentirosa. Ya no cabe preguntarnos si sólo la realidad palpable y latente es la verdadera puesto que el mundo llamado virtual nos hace miradas, nos grita que existe y es tan real como el que más; que la humanidad se cansó del contacto físico y se ahoga en un ciberespacio que da lugar a toda sensación prohibida y frustrada en tiempo real: Todo se reducía a que cada uno expresara su pasión y compartiera con el otro sus pensamientos a través de virtuales emociones y sensaciones, concibiendo que éstas fueran el combustible que alimentaba su curiosidad y búsqueda, además del simple hecho de expresarlas y saber cómo hacerlo.

Entre Kabbik, encargado de una parte muy compleja y sabia: los poemas y sentencias y, Olga Lucía Londoño con la maestría de la palabra en el cuento, logran aquello que nos recuerdan los grandes maestros de estos géneros: que no sobre nada, que no falte nada. Y, es precisamente aquí, en la exactitud, en este devenir de palabras y lenguajes, donde los eternos temas humanos siguen cobrando vigencia: la necesidad de olvido, junto a la palabra no dicha, la nostalgia ida o la vida cotidiana que se nos presenta como un mundo por descubrir. Aquí donde nuestras miserias: angustia, desasosiego, letargo, venganza, fracaso, ocupan un lugar. Es aquí, en la buena literatura, donde los seres comunes que habitamos este mundo, tenemos cabida y existencia.

Indiscutiblemente, en nuestro medio debemos inventarnos justificaciones para seguir vivos, echarnos cuentos sobre mundos mejores y más justos, donde la igualdad no huela sólo a perfumes caros, donde se continúe con la lucha así sea sin resultados, porque aprendimos que la vida es una lucha constante. Ante la inevitable necesidad del olvido, exagerada hasta el límite del perdón incondicional, afortunadamente existe la palabra que, propia o ajena se vuelve compañía y pretexto para ayudarnos a organizar nuestros mundos, así después se convierta en cachetada que intenta escudriñar en el rostro de nuestras almas, tratando de encontrar respuestas menos dolorosas.

Dos autores, dos géneros, dos estilos que se apalabran exactamente en treinta y cuatro textos donde no hay lugar a excesos: a mí me sobra todo mi futuro. Literatura que abarca todo: una tradición ancestral que nos permite volver al origen y hallar la fuerza necesaria para entender que la vida no es lo que construimos robándole a la naturaleza su esencia sino que es de ella desde donde debemos partir para vivir, que el conocimiento no puede dejar de lado la riqueza que a nosotros no nos representa ganancias. Denuncia que da voz a los que lo han perdido todo menos la dignidad: nos atribuimos el derecho a cuestionar costumbres ajenas y somos capaces de entrar en territorios sagrados y destruirlos con sevicia y consientes de lo que estamos provocando: De esta forma comenzamos a desmembramos de nuestras familias y la historia rural que nos caracterizó siempre se tornó en urbana.

Como un continuo dejavú, la palabra servirá siempre para que la historia con sus máscaras se pasee por el camino del alma humana y tengamos la sensación de que todo esto ya lo vivimos pero no pudimos hacer nada para cambiarlo. Como diría Kabbik:

… en esta guerra entre el alma y el esquema,
me da por escribir
para librarme del olvido…

Amparo Sastoque Romero