Reseña

Este es un hilacho atrevido, burlesco y leguleyo de la memoria colonial. Es un pedazo del tejido de la historia del pueblo de Vélez, amorosa madre de Santander.

Es bien quisto transcurrir por sus atestados calles perfumados del dulce olor de la guayaba. Allí veréis al jinete presumido bien montado en el negro alaz¿n de blancas pintas moteado, acompañado de un intenso frío penetrante; a la dama elegante y prevenida, toda ella vestida de negro ropón que corre presurosa a la misa del ángelus; al gachup¿n altivo y cortés que a pasos lentos observa correr sórdidas las horas del juego de la jota y de las cartas; al mercader despavorido y cauteloso que se desplaza cuán largos son sus pasos al mercadillo de la plaza alta; al cura sermonero de largo hábito ceñido que anda precavido hacia el púlpito sagrado; al fraile racionero del convento que corre inquieto por el tráfico de confesiones impelido; al mísero indio ganap¿n que cojea adoloridas sus espaldas del pesado fardo agobiado; al soldado altanero de pasos cortos que amenaza canallesco con sus fríos ojos y con su arcabuz al hombro. Misterioso trajín es este.