no vi otro refugio
Autor: | Botero Montoya, Mauricio |
Tango y bolero El Tango es de la noche. Tiende hacia la madrugada como si buscara la luz tras una vigilia de sombras. Es masculino o en cualquier caso concita la solidaridad viril del hombre. Evoca el paso del tiempo, el destino, la deslealtad amorosa. Su lenguaje es expositivo, sumarial, como si quisiera resarcirse con la palabra exacta, a sabiendas de que si no lo salva eso no lo salva nada. Ni siquiera el amor, «que es eterno mientras dura» según Vinicius, poeta de la Samba, ese ritmo con la tersura cadenciosa del bolero y la nostalgia narrativa del tango, de la que él mismo decía: «la Samba sin tristeza es como la mujer que sólo es bella». El tango filosofa, es pedagógico, deja una enseñanza. Como en la ópera, dice la última palabra, esa suave venganza de la inteligencia frente a las devastadoras derrotas de la vida. Aún en pleno autoflagelo y al hacer ostentación de debilidad, no oculta el orgullo de su lucidez. Trasmuta el dolor en música con razonables palabras, preludiando la afición argentina por el psicoanálisis. Busca solidaridad de género y tiende al esbozo ligeramente sociológico, en él cabe el juez, la amistad, el barrio, la lucha de clases, la policía. Es un compendio de cultura para quienes no tienen otros compendios. Y necesita de oyentes cómplices al recapitular, con efectismo, algo que ya trazó su parábola vital. De él han dicho que es un caso de comisaría con música. Pero hay que hacer la salvedad de que su retórica no es demagogia, pues quien discute consigo mismo no pretende que el vecino tome partido.