Reseña

Para el comisario Vittorio Spotorno, el doble asesinato del 127 azul es un caso que lo obliga a resumir su vida. Uno de los dos chicos asesinados en el coche —una masacre mafiosa que incluye todos los matices del caso: una lluvia de balas y cuerpos acribillados—, es su compañero de juegos Rosario. Esto lo transporta a su infancia, transcurrida en barrios donde el azar pudo haber guiado su existencia por caminos inesperados, hacia destinos opuestos a los que después en realidad se encaminaba la vida. Pero la índole que recuerda de Rosario, su entorno sencillo y de clase media baja, parece chocar con el carácter mafioso del suceso criminal, que además revela sus nexos en la sucesión de personajes que, en el peor de los casos, solo han tenido unas pocas caídas, algunos desvíos, y en realidad parecen ramitas, engañadas al creerse a salvo, arrolladas por el soplo de la avalancha. Spotorno transita por una ciudad amarga, muy diferente de la de su amiga La Marca, quien regresa en esta novela policíaca de Piazzese como extra —tras haber sido la protagonista de la primera novela, Los crímenes de Vía Medina-Sidonia, a la que esta historia se refiere mediante coincidencias de tiempo y espacio a modo de contrapunto—: casi para señalarnos el peso de una metáfora. Una dama la recorre fugazmente ante los ojos del investigador, dejando tras de sí una sensación de dolorosa inquietud. El comisario la llama la Dama Blanca. Siguiéndola, con una intuición dominante, el policía llegará al fondo de una intriga que no parecía lo que era: y descifrará cuál, entre los crímenes, era el contenido y cuál el continente.