Reseña

Lo he des idealizado casi todo. Frases como “Madre solo hay una en cambio padre es cualquiera”, “Dios y madre” o “como amor de madre no hay”, me han parecido, aparte de un cliché, una manera de perpetuar un estereotipo peligroso: el de la madre como un ser perfecto. Por eso, en este taller me interesaba detonar en mis estudiantes las historias detrás de las historias; que narraran sus miedos, iras, maltratos, arrepentimientos, decepciones y desesperanzas, porque solo así, mostrando la rocosa verdad de las maternidades y paternidades, se puede narrar también la belleza de engendrar, parir y sostener.

Estaba conflictuada con la manera en que había sido madre hasta el momento y a veces me flagelaba con el látigo de mis pensamientos auto destructivos. Entonces pensé en un plan de estrategias narrativas propias del cuento y del relato para que las madres y los padres asistentes, y yo misma, hiciéramos catarsis. Lloré, me reí, sentí nostalgia y reflexioné al escribir cada uno de los ejemplos de las sesiones. Impartimos las clases de escritura leyendo cuentos sobre el tema, escuchamos canciones y vimos cortometrajes.

El objetivo de todo era obtener una serie de textos atravesados por ese conflicto aleatorio de cuidar a un ser humano. Así resultaron estos siete textos en los que los autores narran sobre sus concepciones y relaciones con la maternidad-paternidad antes de tener un hijo, es decir, sobre el conflictivo vínculo con los propios padres; sobre el instante en que conocieron al padre o a la madre de su primogénito; sobre la noche, o los días, o la temporada de la pasión, la fertilidad o el desliz; sobre el momento en que se enteraron de que serían madres o padres; sobre el embarazo y sobre el día del nacimiento.

Una terapeuta ocupacional, un profesor universitario, una comunicadora social, un actor, un historiador, una contadora pública y una bióloga, fueron los asistentes a este pintoresco laboratorio de escritura en el que emergieron maternidades y paternidades disimiles que se encuentran en el amor profundo por los hijos que nos tocaron en suerte.

Jenny Valencia Alzate