Corazón de tierra
Sanando la raíz cosechamos el fruto
Autor: | Jordán Balanta, Raúl |
No podemos transformar lo que no conocemos, ni sanar lo que
ignoramos. El crecimiento espiritual no ocurre en el vacío, sino en la
realidad de nuestras vidas, donde es fundamental atravesar
nuestras heridas, creencias limitantes y miedos. Desde esta
perspectiva, se comprende que la madurez del alma no es un
destino final, sino un viaje permanente, uno que se construye con
paciencia, confianza y la certeza de que todo lo que sembramos con
amor, a su tiempo y a su ritmo, crecerá y florecerá.
Crecer es una ley fundamental de la vida. Así como la semilla, una
vez plantada en la tierra, comienza un proceso de desarrollo que la
lleva a convertirse en una planta madura, así nuestra existencia está
marcada por una continua evolución. Esta relación simbiótica entre
la semilla y la tierra refleja la necesidad inherente de crecimiento
que reside en todo ser vivo. Crecer no es solo una opción; es una
ruta esencial que define nuestra existencia, una ruta que debemos
recorrer con determinación, sin permitir que el miedo o las dudas
nos paralicen.
Para seguir creciendo, es esencial mantener viva la capacidad de
soñar. Los sueños son el motor del crecimiento; nos inspiran a
alcanzar metas más altas, a explorar nuevos horizontes y a superar
nuestras limitaciones.