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ISBN 978-628-01-8090-8

Un monstruo en mis manos
Monstricoli

Autores:Sarmiento Arismendy, Alejandro Luis
López Ucrós, Natalia
Editorial:Sarmiento Arismendy, Alejandro Luis
Materia:372.37 - Salud e higiene en la escuela primaria Libros de texto
Clasificación Thema::YXAB - Infantil / Juvenil, cuestiones personales y sociales: «fitness», ejercicio y comida sana
Público objetivo:Infantil / Juvenil
Disponibilidad:Disponible
Estatus en catálogo:Próxima aparición
Publicado:2025-05-20
Número de edición:1
Número de páginas:32
Tamaño:17.7x25.4cm.
Precio:$50.000
Encuadernación:Tapa dura o cartoné
Soporte:Impreso
Idioma:Español / Castellano

Reseña

Este cuento fue creado con el fin de informar, educar y entretener al lector, para darle a conocer la importancia del adecuado lavado de manos, y así evitar la presencia de microorganismos que pueden hacer daño en su cuerpo. En una bonita mañana de domingo del mes de mayo desperté, salté de la cama
como un rayo veloz, abrí las cortinas y luego las ventanas. Una luz asombrosa y muy brillante cubrió mi rostro. “¡Qué lindo paisaje!”, susurraba en mis oídos el melodioso canto de los pájaros que se encontraban encima de un viejo árbol de mango al frente de mi casa, contemplando el blanco de las nubes y el azul del cielo de ese amanecer. Fui al baño, me lavé las manos y pasé a cepillarme adecuadamente, como mi odontólogo me lo había indicado, porque quiero evitar tener caries y que se me caigan los dientes. No podría reírme si quedo mueco como mi abuelo.
Bajé a desayunar y en ese momento apareció Thor, mi mejor amigo, un york shire terrier, perro miniatura de origen británico, que parecía un saltamontes con esa manera de saltar y ladrar con felicidad. Lo abracé apretándolo con fuerza y con mucho cuidado, y por fin logramos bajar.
Mi madre, una mujer hermosa, no porque sea mi madre, ja, ja, ja, ja, de cabello castaño claro, elegante y muy valiente, con un sinfín de cualidades que jamás terminaría de describir, es nutricionista y siempre me prepara unos desayunos estupendos: un vaso de leche con mis frutas preferidas (manzana, pera, papaya, piña, etc.), un huevo, un pedazo de queso y un trozo de pan de centeno (es un cereal rico en vitaminas del complejo B). Pero no quise pan, sino arepa, que es una masa de harina de maíz típica de mi ciudad, Medellín, muy deliciosa.
De pronto se escuchó un estruendoso ruido, breve, seco y muy violento, como si crujieran los techos. Eran truenos, pero con un sol incandescente, por lo que mi nana manifestó: "Se está casando una viuda" (es una expresión que dicen en su pueblo cuando eso pasa). “Ja, ja, ja, ja”, soltó la carcajada mi madre. Luego inició la lluvia. Ya había hecho mis tareas para el día siguiente, lunes, día de escuela, y esperaba que escampara para pedirle permiso a mi madre para salir a jugar al parque, después de almuerzo, con mi perro Thor.
Cuando al fin pudimos salir, la felicidad no nos cabía a los dos. Yo le lanzaba con mucha fortaleza la pelota y él, con saltos de alegría, corría hacia mí para traerla. Luego de estar un par de horas y antes de que mi madre me llamara a comer, Thor se sentó a mi lado y comenzó a ladrar fuertemente. No quiso recoger la pelota y pensé: "perro flojo".

Así que corrí con toda mi energía para cogerla, pero al tratar de lanzarla se quedó adherida a mis manos, y una pequeña voz chillona me habló: “¡Hola, amigo! Soy Monstricoli y quiero que me lleves a tu casa a jugar, solo que para que todos seamos felices, no te puedes lavar las manos, de lo contrario moriré”. De inmediato pensé que Thor, Monstricoli y yo íbamos a ser muy felices, de manera que acepté y nos fuimos a casa a comer.

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