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ISBN 978-628-01-8066-3

Fuego camina conmigo

Autor:Ruiz Diaz, José Luis
Colaboradores:Salazar Garzón, Jorge Arturo (Coordinador Editorial)
Escobar Piedrahita, Ximena (Editor Literario)
Smith Arbeláez, Ricardo Andrés (Director)
Editorial:Salazar Garzón, Jorge Arturo
Materia:778.5 - Cinematografía. producción de video. actividades relacionadas
Clasificación Thema::AJCD - Fotógrafos individuales
Público objetivo:General / adultos
Disponibilidad:Disponible
Estatus en catálogo:Próxima aparición
Publicado:2025-04-24
Número de edición:1
Número de páginas:60
Tamaño:26x21cm.
Precio:$80.000
Encuadernación:Tapa dura o cartoné
Soporte:Impreso
Idioma:Español / Castellano

Reseña

Durante los incendios forestales que se propagaron por el área metropolitana de Los Ángeles en enero de 2025, la escuela de la icónica película Carrie (1976) fue destruida por el fuego. El edificio del que sale Carrie White cubierta en sangre de cerdo, mientras sus compañeros y profesores mueren calcinados, fue consumido por las llamas dentro y fuera de la pantalla. Esta coincidencia parece cumplir una sentencia demoníaca: allí donde hubo fuego siempre habrá fuego. Los fotogramas de esta y otras películas incluidos en esta publicación están impresos al respaldo de foto-fijas originales utilizadas durante el siglo pasado para promocionar películas a la entrada de los cines. Este archivo de imágenes ampliadas en papel fotográfico no debería existir, dado que los contratos comerciales entre las distribuidoras de películas y los teatros incluian una cláusula que requería la devolución o destrucción de las cintas al final del ciclo de exhibición, junto con el material promocional de cada película. La forma más fácil para destruir este material era prenderle fuego en algún lote baldío cercano al teatro. Podemos imaginar las llamas sobre los fotogramas de la emblemática escena de Farenheit 451 (1966) de Truffaut, cuando la coleccionista de libros se prende fuego junto a su biblioteca. De nuevo la sentencia: allí donde hubo fuego siempre habrá fuego. De estas hogueras escapaba el material que era separado por un proyeccionista cinéfilo o un acomodador inconforme con su sueldo. Fuera del teatro, supongamos que en algún callejón oscuro del cine negro de los años cincuenta, el acomodador feriaba el material entre coleccionistas. Las foto-fijas que conforman esta publicación hacen parte de ese contrabando de imágenes, gracias al cual muchas películas se salvaron de su destrucción después de la muerte de su director, de la quiebra de las distribuidoras o del desafortunado incendio de una filmoteca.
En todo el mundo son frecuentes los incendios en depósitos que almacenan sustratos fotosensibles. La película de nitrato, sobre la que fueron filmadas la mayoría de películas hasta la década del sesenta, se caracteriza por su alta combustibilidad. Con una potencia seis veces superior a la pólvora, una caja con cintas de nitrato puede provocar una destrucción mayor que la explosión de la gasolinera en Pájaros (1963) de Hitchcock. La inestabilidad química de la cinta de nitrato provoca que muchas películas se descompongan antes de hacer combustión y las imágenes se vuelvan ilegibles, este proceso, contrario a la explosión en reverso de la cabaña en Lost Highway (1997) de Lynch, no se puede revertir. Las películas análogas parecen condenadas al fuego y la sentencia también es un mandato bíblico: el fuego elimina la culpa y los pecados. Si el cine implica necesariamente una perversión, como señala Eslavoj Zizek, en cuanto construye arquetipos, estereotipos y valores culturales, el fuego es la única forma de expiación.
La invitación es a deambular con esta publicación, como quien camina con fuego, a llevarla a la cama y encenderla con un fósforo como en Riten (1969) de Bergman, a intentar quemarla en la chimenea para que el cuerpo se prenda fuego como en Hereditary (2023) de Aster o a almacenarla en una biblioteca y esperar que allí donde hay fuego se genere un incendio.

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