Reseña

Hay ciudades que asfixian y otras que devoran. Nuestra niña, como Medrano
llama a la protagonista, vaga como espectro desde Tunja, útero de niebla y frío,
hasta Medellín que la recibe con un latido frenético: estruendo eléctrico de acordes
punk y lluvia ácida que corroe la ciudad. En Las cenizas de la primavera, la
memoria es un animal subterráneo, de cientos de patas enredadas al cuerpo y
herido por la ausencia. Esta obra ganadora del Premio de Novela del Consejo
Editorial de Autores Boyacenses, 2024, es una experiencia febril, un viaje donde
realidad y tiempo se fragmentan como una melodía distorsionada. Con una prosa
hipnótica y atmosférica, la novela teje una historia de cuerpos que buscan refugio
en ciudades que respiran tabaco y formaldehido, y también una primavera que
resiste.