El Sur es Real
Autor: | Londoño Rodríguez, Jaime Javier |
Colaborador: | Londoño Rodríguez, Jaime Javier (Compilador) |
Charlas sobre el surrealismo: la paz escondida en la ambigüedad
Por: Mónica Triana
Cuando el psiquiatra neurólogo Cyrulnik le contaba, ya de adulto, a las personas lo que había visto y vivido cuando niño en la guerra y la forma como había escapado de sus agresores, las personas a menudo reían. Era tan absurdo que era risible. Es decir que las personas, a pesar de que entendían perfectamente la coherencia del relato, no encontraban un referente psíquico en su mente de lo que allí se narraba, lo que escuchaban era algo nuevo, extraño, surreal. Pero a la vez sabían que era posible y ese contraste entre algo posible e imposible, entre lo mecánico y lo complejo de los actores del relato, entre el trauma y la salvación del mismo, producía una emoción de risa.
En los relatos y en general en el mundo de los signos hay diversas capas de sentido que nos pueden mostrar distintos niveles de comprensión. Lo referencial, por ejemplo, puede aludir a nuestros signos más concretos del principio de realidad y ayudar a su comprensión: “El niño estaba huyendo y estaba viviendo un duelo múltiple”. Sin embargo, hay otras capas que nos adentran como en el corazón de una cebolla a encontrar significados móviles que traspasan dimensiones afectivas, intuitivas y simbólicas.
A inicios del siglo XX los signos parecen tomar relevancia en el mundo de la comprensión, la lengua y el lenguaje no sólo son simples nombres, sino “conceptos” que por lo tanto están en nuestra asociación “psíquica” como lo revela Saussire. Decimos y nombramos cosas en ausencia de ellas y tenemos un sistema abstracto y común de representación; para tal complejidad usamos la lengua y el habla común a un grupo, a una cultura. Sin embargo, cuando esos significados están dentro de una cualidad creativa y de una propia representación, se crea un nuevo sentido: se abre el campo de lo multidimensional, lo metafórico y simbólico.
En las conferencias sobre el surrealismo propuesta por el poeta Juan Manuel Roca y donde hubo gran variedad de exponentes sobre el tema en la ciudad de Bogotá, se abordó el movimiento por el cual hay algo más allá del significado, algo que comprendemos y a la vez no, eso que nos lleva al campo del juego y de lo que parece estar vivo en otra realidad. Así el surrealismo, movimiento artístico nacido en 1924, nos abre un campo creativo y de comprensión por el cual la asociación libre de ideas o palabras nos permite tener una radiografía de nuestra “textualidad” inconsciente.
“Las rosas gigantes están atrapadas en un cuarto. Los papeles enloquecen con el armario de la dueña”. Este nuevo juego de creación en el que, como dice Linero, se quiere participar en el caos, en algo inasible, en ir más allá de la información que nos brindan los cinco sentidos, nos permite usar la intuición, el sueño, la memoria nula. Espacios en los cuales no tenemos el control articulado del discurso y por lo tanto donde se esconden otras conexiones más primitivas y pertinentes de nuestra intimidad.
Felipe Agudelo contextualiza este curioso movimiento en un momento general de complejidad, ya que el surrealismo se da entre las dos grandes guerras, donde hay tensiones económicas y políticas, además de la peste. Vale la pena agregar que se está terminando de acabar la monarquía como forma de gobierno y como concepto, y cada vez surge más la participación popular para la elección de los gobernantes, sin embargo, a la vez, surgen ideas nacionalistas extremas.
Por otro lado, menciona Agudelo que en este panorama el artista ya no depende de un mecenas y tiene que crear sus propios criterios. Como dice Luckacs el artista deja de tener esa responsabilidad moral que tenía frente a una colectividad, como sucedía incluso en el romanticismo, para volverse un sujeto más afín y empático con su lector, pero a la vez con más ambigüedad propias de un individuo moderno. Y esto generará contradicciones pues, como dice el autor, el valor genuino de un producto está mediatizado por la cantidad y por su valor económico y el artista deberá responder a esta nueva lógica de trabajo y de sentido de su obra.
Teniendo en cuenta estos cambios, a nivel formal también hay mutaciones en las obras y nuevas propuestas. En ese sentido Edson (Apellido) advierte que el movimiento surrealista propone una escritura donde el narrador no ejerce el poder que tiene en movimientos anteriores como el realista, entonces la descripción se ve alterada. Hay un espacio para la imaginación por lo tanto los espacios creados no son puramente referenciales, si no que permiten nuevas combinaciones.
Dice Bretón: Las imágenes surrealistas funcionan como aquellas del opio, ya no es el hombre quien las evoca, si no que se ofrecen espontáneamente, despóticamente. El no las puede emitir. Porque la voluntad está sin fuerza y no controla más la facultad (..) no se creó nada a nivel consciente”: 541 Pazzaglia, Mario, Fragmento de André Bretón, El Novecientos, 1996. (Cita al pie de página…)
Entonces el ejercicio que nos propone Bretón es escribir sin pensar, como leer un libro a través de una página y poder adivinar todo su contenido. Escogemos una idea al azar y la asociamos con otra; o una palabra y las asociamos con otra. Pero también se puede escoger no sólo una palabra o una idea, sino un referente concreto y asociarlo con otro referente o plano de realidad. Entonces la formación de la metáfora tiene varios caminos creativos. En este último Magritte hace múltiples alusiones en su pintura como menciona Roca. Por ejemplo, unos zapatos usados cerca de una pared de madera y encima de un suelo de tierra. Pero esos zapatos tienen, en la parte de adelante, piel. Y podemos ver sus dedos, entonces son zapatos o botines que a la vez no son sólo zapatos, son el uso de esos zapatos, también son su dueño u otra cosa más.
Entonces como dice Bretón surge “la luz de la imagen”: unos zapatos en el suelo pueden hablar de una totalidad y algo que parece un bodegón muerto, nos habla de la vida. Esta ambigüedad de sentidos atraviesa la obra surrealista y podemos disfrutar introducirnos por ejemplo en un cuadro pintado por Remedios Varo en donde hay una dama sentada en un cuarto y, a pesar de que los objetos están instaurados bajo las leyes de la gravedad, tienen una cualidad móvil, incluso la silla parece interactuar con un armario y la piel de la mujer tiene el mismo tapizado de la silla.
¿Entonces para qué crear eso que Rocío (apellido) nombra en su conferencia como el fluir libre del inconsciente, propio del surrealismo, cuando no estamos en un diván?
Por un lado, los mundos que se nos muestran nos hablan de principios que poco a poco la física va descubriendo, por lo cual la metería tiene una cualidad dual. Es también onda por lo que los cuadros nos muestran, con un guiño muy particular, que nada de lo que se ve es como parece.
Por el otro lado existe la paz de esos símbolos: protegen contra todo. Los surrealistas lo sabían y encontraron en estos su refugio. Y así como aquel niño perdido en la guerra encontró un símbolo narrativo para hacer su resiliencia afectiva también se produce esa liberación al ver esas metáforas. Como ponerse un calzón usado en la mesa de la tía o descubrir que las patas de la cama conocen nuestros secretos. Quizás por eso uno de los asistentes al evento en esa noche bogotana, agrega después de ver la exposición y las charlas: no se puede representar una tragedia en un cuadro surrealista, no cabe. Es muy divertido.