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ISBN 978-628-01-5318-6

Olvidémonos del tiempo, vivámoslo

Autor:Henao Carmona, Francisco Alberto
Editorial:Henao Carmona, Francisco Alberto
Materia:0 - Generalidades
Clasificación Thema::JB - Sociedad y cultura: general
Público objetivo:General / adultos
Disponibilidad:Disponible
Estatus en catálogo:Próxima aparición
Publicado:2024-10-15
Número de edición:1
Número de páginas:150
Tamaño:14x21cm.
Precio:$50.000
Encuadernación:Tapa blanda o bolsillo
Soporte:Impreso
Idioma:Español / Castellano

Reseña

Olvidémonos del tiempo, vivámoslo.
Moriremos esclavos del reloj y toda la vida nos la hemos dado de libres, autónomos, autosuficientes y todo lo demás, pero en realidad nada de eso hemos logrado, ni tampoco creo que lo alcancemos, al menos lo podemos comprobar a través de la evolución de nuestra especie, dentro de toda la información que acumulamos, no se ha podido establecer a ciencia cierta cómo llegamos a este planeta, con todo respeto por los católicos, pero a poquito que creo en todo lo que explica la biblia en su libro del Génesis, si uno solo de todos estos enunciados fuera cierto, hablaríamos todos el mismo idioma, es más, sin ser calamitoso todos estaríamos muertos al decir por allá: “Más del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal no comáis; porque en cualquier día que comieres de él, infaliblemente morirás”. Mejor dicho, no profundizó más para no herir susceptibilidades y porque cada quien tiene derecho a creer lo que le dé la gana.
Se la pongo más suave, de todo lo qué usted ha hecho en su vida, piénselo, medítelo, échele cacumen y respóndase, cuál no ha sido influenciado por alguno de tantos elementos externos que nos muestra o nos pone de ejemplo el resto de la humanidad, para obligarnos desde siempre a hacer lo mismo; por decir algo: ¿No cree usted qué la desnudez como se viene al mundo significa libertad? Sin embargo, nos ruborizamos por el simple hecho de una invitación a “hablar a calzón quitado”, y eso que es simplemente una metáfora, para que nos sinceremos los unos con los otros por medio de la palabra, ahora bien, que podría suceder entonces si tomáramos a pecho el significado literal de lo expresado.
Nos aterra, nos da pánico ser originales, vivimos con un temor constante de no agradarle a Raymundo y todo el mundo, cómo si el resto le importase, cuántas de las grandiosas ideas que podrían llegar a ser revolucionarias se han quedado solo en eso, en idea, por prevención al qué dirán, por vivir en un mundo infundado de preceptos que coartan al ser humano en sus más elementales sabidurías o genialidades.
Es tan sencilla la cosa que si nos ponemos a mirar, la cola para “criticar” se hace interminable, la para “sugerir” que hacer, a lo mejor sea más corta, mientras la para “hacer” se queda sola, y es precisamente la que nos da culillo encabezar por culpa de unos miedos sembrados en nuestro cerebro, que nos hace sentir vergüenza de nosotros mismos por pretender salirnos de los parámetros dictados por las grandes filas de la mediocridad y de la comodidad de dejar que otros -poquitos por supuesto y tal vez con menos capacidad intelectual- nos absorban o nos obliguen a participar de sus esclavizantes negocios, por el simple hecho de dejarnos involucrar en un consumismo fanático que es la principal fuerza de crecimiento de ese capitalismo salvaje implantado en el mundo, según el cual la única premisa posible es el crecimiento de las grandes economías, sin importar en lo más mínimo la esencialidad del ser humano, al pasar de ser sujeto a objeto, por supuesto tasable en dinero.
La cuestión es que todos caemos en algún tipo de esclavitud, así muchos digamos que es por voluntad propia, pero ahí nos dejamos envolver –en mi caso literatura- por una manía de vivir pegado de la lectura, para luego desquitarme escribiendo pendejadas, que quizá no pasen de ser ladridos a la luna, pero que por el solo hecho de verlos plasmados, me llena de satisfacción al igual que cualquier drogadicto en su salsa.
Me paso de descarado si lo invito a que se quite su máscara y mírese tal cual, cuestiónese cuánto tiempo al día vive usted haciendo lo que de verdad le da la gana, para que en un autoexamen rápido defina que tan autentico es, de todo lo que siente, es, o palpa, no ha tenido, tiene, o tendrá influencia de algo, o de alguien a su alrededor, vuelva y mírese al espejo, se siente satisfecho con lo qué usted ve, me peino así, porque mi mamá desde niño me inculco que el pelo largo es para las mujeres, me afeito porque don Zutano también lo hace, es más hasta en nuestra forma de pensar, de vestir nos la infundieron; vivo así, porque así quiero vivir o porque así me lo incrustaron en el disco duro de mi cerebro y qué habría podido pasar si desde antes de nacer no me hubiesen manipulado, ni siquiera llegamos con el sagrado derecho de escoger nuestro remoquete y póngale lo quiera de ahí en adelante.
Analicemos las siguientes frases y miremos con cual nos identificamos:
El cronómetro es un complicadísimo instrumento de muchas agujas, de larga espiral y de muchos pulsadores, con el que miden rigurosamente las décimas de segundo los que malgastan la vida en bloque. (Pitigrilli)
Imbéciles son los hombres nacidos para hacer carrera, pero no para vivir. (Anónimo)
En uno de los Artículos de La Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano dice lo siguiente:
XI. Puesto que la libre comunicación de los pensamientos y opiniones es uno de los más valiosos derechos del hombre, todo ciudadano puede hablar, escribir y publicar libremente, excepto cuando tenga que responder del abuso de esta libertad en los casos determinados por la ley.
Entonces hagámosle y derramémonos en prosa. ¡Ah…eso sí! Sin preocuparnos por el tiempo y entre todos disfrutemos de estos escritos que he querido llamar: Olvidémonos del tiempo, vivámoslo.

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