El tiempo destruyó mi nido
Autor: | Luna Franco, Laura Victoria |
Colaborador: | López Franco, Sonia Inés (Editor Literario) |
Escribir sobre el paso de los días de uno mismo es un acto no solo valiente sino también de un alto grado de consciencia sobre cada paso, cada persona, cada experiencia, que, dado su significado, queda consignado como una huella imborrable de una vida. Más que un diario, lo que escribe el señor Octavio Luna Zapata es sobre la pobreza, sobre las dificultades de los campesinos al tratar de formar un hogar y conservar a la familia ante la falta de trabajo permanente y con contratos legales. Escribe de manera crítica su misma lucha y cuando lo hace, denuncia la falta de justicia social en casi todo el territorio colombiano, pero con evidencias de su propia experiencia.
Como trabajador incansable busca en todos los oficios posibles una oportunidad de conseguir dinero para su sustento inicialmente y luego para el de su familia, hasta que lo releva en esa responsabilidad uno de sus hijos, aunque nunca hubiera querido parar de trabajar y de cumplir con su deber de darle de comer a una prole que fue aumentando en la medida en que iba avanzando su curriculum laboral.
Fue testigo del inicio de la hidroeléctrica antioqueña y de la industria ferroviaria. De su lento desarrollo vial interdepartamental. De la intervención extranjera en carreteras y empresas colombianas. Del maltrato laboral aplicado al obrero raso y de edad adulta. Con esos casos que muestra don Octavio y seguro muchos más, los sindicatos alzaron su vos de protesta para exigir mejoras en las contrataciones. Pero no le tocó nada de los beneficios.
Un hombre independiente desde los 5 años, autónomo, honesto, solo exigía que le pagaran lo que con honestidad trabajaba. No conoció nada distinto a trabajar, solo pensaba en eso. Por supuesto, su debilidad era conocer, aventurarse sin temor a atravesar las cordilleras, las trochas desconocidas y a abrirlas a punta de machete, de lances, de mentiras, de desconfianzas y, ante todo, de amores.
Las mujeres de su combatida vida fueron importantes empezando por la mamá a quien adoraba pese a verla dejado desde muy pequeño. Fue su cuidador final. Sus novias, sus coquetas amigas; sus vecinas, las señoras que le hacían de comer en esos campos abiertos, a todas nombra de manera honesta y desgarradora. Así mismo se refiere a sus hermanos, a sus hijos, uno a uno; a los amigos, a los compañeros, a los jefes, a los patrones buenos y a los abusivos. Todos tuvieron un lugar en ese nido destruido de Don Octavio.