Reseña

9 difuntos no son nueve, son varios más los fallecidos cuyas historias de vida y muerte recorren en procesión las páginas de este nuevo libro que Jorge Osbaldo pone en nuestras manos. Historias que se leen fácil a primera vista; narraciones de lenguaje sencillo, cuentos de personajes aparentemente comunes y corrientes; pero ni los personajes son tan simples, ni la sencillez del lenguaje es plana, ni la lectura fácil implica que los relatos no aborden la complejidad de la existencia y el fin de un ser humano en su relación con otras personas, en su paso por el mundo.
Los catorce textos de este volumen, que la pluma del autor nos acerca generosamente, se construyen sobre un tema universal y atemporal: la muerte, tópico que es parte intrínseca de la literatura latinoamericana en todos sus géneros, como reflejo de una sociedad que le ha sabido dar la cara y procesarla, entre otras formas, a través de su escritura. Así pues, porque la muerte nos intriga, nos frustra, nos lastima, nos duele y no podemos evitarla; la escribimos para conjurarla, para consolarnos, para tratar de entenderla y aceptarla; por eso seguimos narrándola y leyéndola, sobre todo cuando nos llega, como en este caso, en obras bien pensadas y mejor construidas, aprovechando con pericia los materiales humanos y estilísticos que el arte de la literatura ofrece.
En este libro, el lector se encontrará ante distintas voces narrativas, algunas con un gran bagaje cultural e intelectual, otras sin atisbos académicos, como las de cualquier ciudadano de a pie; enunciándose cada una desde distintos puntos de vista, dentro o fuera del relato; hablando a veces ya desde la misma muerte, trayéndonos reminiscencias de aquellos diálogos de Juan Rufo en su obra maestra Pedro Páramo. En el silencio de la lectura, muy posiblemente el lector fruncirá el ceño en ocasiones, como cuestionando lo leído; otras, se devolverá en las palabras para releer algunos párrafos y corroborar impresiones; no faltarán las sonrisas y no serán poco frecuentes las exclamaciones de asombro frente a un evento o desenlace inesperado. Lo que es seguro es que no podrá entrar a los cuentos y salir ileso, sin haberse estremecido, aunque sea un poco, al atestiguar lo profundo de la condición humana, con todo su cúmulo de pasiones, emociones, miedos y creencias, que se desplaza por cada una de las narraciones.
Al leer 9 difuntos, como en “El hombre muerto”, de Horacio Quiroga, sabremos desde que iniciamos cada texto, que nos encontraremos con la muerte y que no importa cuánto queramos que la vida triunfe, no tendremos ese final feliz de ficción, la realidad es más oscura dentro de toda su luz; pero como en El túnel, de Ernesto Sábato, aunque conozcamos el final de la historia desde su inicio, querremos igualmente leerla para saber cómo acontece o cómo se enfrenta la muerte y cómo reaccionan los demás personajes alrededor del fallecido o fallecidos a los que Jorge Osbaldo les da voz en estos excelentes cuentos. Una vez iniciada la lectura será ineludible terminarla, como si ante cada tumba nosotros echáramos el puño de tierra final.
Si un prólogo se escribe para recomendar una lectura, que no quepa duda, la lectura de 9 difuntos es altamente recomendable. La invitación queda abierta.

Carmen Julia Holguín.
Poeta mexicana residente en Albuquerque, Estados Unidos