Tarea inconclusa
Autor: | Herrera Gómez, Fernando |
Poemas de Fernando Herrera
Desde un comienzo la poesía de Fernando Herrera se ha distinguido por una desnudez verbal próxima al lenguaje común, que entraña sin embargo, y acaso por ello mismo, una singular intensidad de expresión. Es verso libre que colinda con la prosa, no la escrita sino la hablada. Y tiene la cadencia, no de un ritmo estudiado sino del habla corriente de la conversación. Dice las cosas llana y directamente, con la eficacia de las palabras precisas e indispensables para excitar de inmediato la imaginación del lector.
Esa pudiera ser la apariencia de estos poemas de Fernando Herrera. Hablan con frescura y vivacidad de seres y de objetos que pertenecen al mundo de todos los días. Nos los presenta de manera casi objetiva. Casi apenas, no enteramente objetiva, porque quiere entregarnos no la presencia sino el alma de las cosas. Sí, la poesía es o debiera ser siempre afirmación de la realidad. Sólo que la gracia de la poesía es también la de que con ella podemos hacer nuestra, soñarla o vivirla en nuestros pensamientos y sentimientos, interiorizando así en nosotros, entrañablemente, esa misma realidad.
Con este sobrio, exacto lenguaje, liberado de adherencias superfluas o sentimentales, Fernando Herrera ha logrado una creación poética propia, bien distante de cierto estilo internacional que reconociblemente se ha ido extendiendo, sin moderación ni crítica alguna, en más de una comarca de la poesía de nuestro idioma hasta agobiarnos del todo con su insignificancia. Tal estilo, que quizá tenga su origen más advertible en ordinarias traducciones poéticas nacidas de la improvisación y la prisa, carece del proceso de interiorización y de individualización de la experiencia exterior que quisiéramos siempre encontrar en el poema. Wallace Stevens, que mucho se propuso conocer acerca de la esencia de la poesía, pensó: “El mundo que nos rodea estaría desolado si no fuera por nuestro mundo interior”. Con lo que podemos decir que ambos mundos deben fundirse mágicamente en la palabra poética. Así, siguiendo con pasión el mundo de sus imaginaciones, intimando con ellas en lo más secreto de su escritura, Fernando Herrera ha logrado por igual la calidez y la diafanidad de sus poemas.
Este poeta, tan alerta a todo cuanto encuentra en su vida cotidiana y que en amorosa contemplación comparte a veces las vidas de los hombres de la calle, sus afanes, sus oficios, sus penumbras, se encierra también de pronto dentro de sí mismo con refrenada nostalgia de sus días pasados. La dicción explícita alterna entonces, más reservada, con un velado lirismo. Ello quiere decir que debemos acercarnos a esta poesía con el más cuidadoso fervor, atentos a cada diversa circunstancia. Extraños a la trivialidad, al pronto aplauso y al simple ingenio de los que frecuentan bulliciosos las lecturas públicas, los poemas de Fernando Herrera, a pesar de su sencillez aparente, requieren en cambio, concentrada, una lectura silenciosa. De ahí el especial reconocimiento que han merecido en la poesía colombiana contemporánea.
Fernando Charry Lara