Reseña

El cuerpo de la mujer negra, como ningún otro cuerpo durante la esclavización, estuvo constantemente observado, vigilado y analizado para explotarlo y exprimirlo en busca de sacarle el máximo provecho y rentabilidad. Primero fue exponerlo a las extenuantes jornadas de trabajo que iban más allá “de sol a sol”, cuando la Real Cedula de 1789 señalaba que esta comenzaba con el alba, la salida del sol, y terminaba a la puesta de este. En segundo lugar, su vientre también quedó en cautiverio y fue explotado por el esclavizador obligando a la mujer negra a tener “crías” cada año, las cuales le pertenecían a él por ser dueño de la madre. El amo podía hacer con su propiedad lo que a bien considerase, y una de las cosas que hizo fue venderlos, separándolos de las madres y así romper el vínculo filial, afectivo. En tercer lugar, la “leche de negras ganancia de blancos” debido a que al ofrecer en venta a las madres lactantes resultaba muy atractivo para los posibles compradores porque ellas tenían abundante leche, leche que las convertía en amas de leche de los hijos del amo, quien en ocasiones la alquilaba para alimentar a otros niños blancos, negándoles este alimento a sus propios hijos negros.