Reseña

La innovación es un concepto popular. Sin embargo, desde hace mucho tiempo se la considera un peligro, capaz de alterar un orden bien establecido. La transición hacia un rasgo positivo en la década de 1960 dio sus credenciales a la innovación, que hoy ha llegado a ser no sólo deseable y alentada sino casi impuesta: ¡debemos innovar! Si la innovación ha sido estudiada en profundidad en muchos campos (economía, sociología de las organizaciones o incluso psicología social), en este número especial nos interesa, como en el pasado, la innovación dentro de la educación. La innovación ocupa un lugar destacado en los escritos científicos. Sin embargo, la mayoría de los escritos abordan la innovación como un producto, descuidando así no sólo la cuestión del proceso sino también la teorización del concepto. Además, la definición del concepto de innovación en educación parece ser un elemento difícil de conceptualizar y definir de manera consensuada, dada la influencia del contexto histórico y social vinculado a esta misma definición.
En esencia, la innovación está anclada en la educación y en la realidad de su aplicación. Por tanto, es necesario observar la implementación de procesos innovadores en educación. Un punto crucial radica en la capacidad de comprender el papel de los actores involucrados en este proceso. De hecho, cualquier innovación puede crear áreas de tensión debido a la agitación de las ideas que involucra. Es obvio que los docentes representan actores clave en la innovación. Como tal, es difícil innovar sin tener en cuenta a estos actores. Además, en un contexto de mandato institucional, es necesario preparar a los docentes para la innovación, pero también apoyarlos durante toda la implementación de la misma.