Reseña

Dos largos años, después de habernos sorprendido, gratamente, con ‘Las piedras están cansadas’, novela corta, gana-dora del Portafolio de Estímulos en 2020, Alfonso Ávila, nuestro querido amigo y feraz editor de Santa Bárbara, se sumerge ahora en las profundas, cristalinas y vivificantes aguas de la poesía, para ofrecernos esta pequeña, pero sustanciosa obra intitulada ‘Cantata de lo efímero’. Y es que el solo título nos invita a sucumbir en los versos del desamor o a las despedidas a las que levantamos la mano como sinónimo del adiós y, no por ello, pudiéramos decir que del corazón se le pueda decir adiós a todos los sentimientos y vivencias.

"Cantata de lo efímero", es algo así como una especie de confesión voluntaria, con música y lágrima, plena de sinceridad en la que el autor no solo nos muestra sino que nos desnuda la más pura esencia de su alma y revela hondos sentimientos, y aunque el poemario maneja tres temáticas (la intermedia, en su mayoría, es un canto al desamor), me centraré con la que da inicio al libro, y en ese primer poema titulado 'Padre', evidenciamos toda una elegía inspirada en el patriarca Abel Ávila Guzmán: No te guardé luto, no lloré tu partida, porque supe expresar mis emociones. De mí no te has ido, estás aquí, no delante, no atrás, a mi lado.

Lo que se dice y cómo se dice son dos aspectos intrínsecamente ligados que contribuyen al enriquecimiento y fortalecimiento del discurso. Y de ello, Alfonso Ávila echa mano con creces.

Esta es una obra no recomendable para leerla de una sola sentada. Hay que detenerse en cada párrafo, releerlo, degustar-lo con intensidad, sobre todo en la tercera y última parte del libro, donde el sarcasmo o sátira, lo político y social, nos sacarán más de una risa, una posición contraria a la del autor o, a lo mejor, termine siendo un simpatizante del hombre poeta y político, intrínsecos, en esta 'Cantata de lo efímero', que a través de versos deja su postura política, como solían hacerlo muchos bardos no sólo Latinoamericanos. Al final, la política es intrínseca al ser humano y el poeta, cualquiera sea, no puede escapar ni des-lindarse de ello.

Y se las dejo ahí, como diría un popular cantautor de música vallenata. Constituiría un verdadero sacrilegio que este epílogo fuera más largo que el promedio de estos poemas.

Fausto Pérez Villarreal
Comunicador social periodista
Investigador cultural
escritor colombiano