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ISBN 978-958-49-8868-3

Olop Oveun - Relatos y poemas del día 12

Autor:Vacca Pertuz, Byron Luis
Colaboradores:Vacca Pertuz, Byron Luis (Editor Literario)
Autores Editores SAS (Coordinador Editorial)
Editorial:Vacca Pertuz, Byron Luis
Materia:860CO - Literatura colombiana
Clasificación Thema::DCC - Poesía moderna y contemporánea / poemas
Público objetivo:General / adultos
Disponibilidad:Impresión bajo demanda (POD)
Estatus en catálogo:Próxima aparición
Publicado:2023-02-22
Número de edición:1
Número de páginas:326
Tamaño:14x21cm.
Precio:$46.000
Encuadernación:Tapa blanda o bolsillo
Soporte:Impreso
Idioma:Español / Castellano

Reseña

OLOP OVEUN, el hermoso imaginario geográfico que en otrora existiese, hoy descansa sobre pilotes de recuerdos amarrados entre sí, por bisagras de espacios físicos, mutados por el indolente tiempo —. Ese Olop Oveun, entre las telarañas resurgió por el desoliñador de las letras, que cayeron de los te-chos altos inmaculados, con láminas de zinc profa-nadas por el óxido que las ha perforado —. Sinembargo, esos agujeros con el polvo del barrido con la escoba de palito, me llevaban a un lugar llamado Arutsogna, mágico, con cortinas de rayos de luz inatrapables, bejucos de prismas que escalaba con mi mente de niño, hasta la copa de los árboles de Sotpilacues; aro-máticos y somníferos —. Quimeras de un ayer que aún es hoy; destruidas y escondidas de miedo —. Mis neuronas consumidas por los años de mi cerebro, huyen despavoridas cuando las requiero, pero les coqueteo brindándoles sana glucosa y trotes de 10 kms; hemos llegado a acuerdos muy productivos —. Ya tengo donde ju-gar con el tiempo: mi pueblo de los 70´s que ha cambiado de gentes e iconos tangibles, ese pueblo que amo, como también otros lo amarán en otras escenas de otras décadas, unas más viejas o quizá mas nuevas —. En fin, hallé mi suelo literario, don-de florecerán las obras que deseé, bajo la lluvia y sol de la sapiencia del campo, los arroyos, los mares — en mi infancia existían, se secaron por la soplona de la geografía — y ríos — que también existían, corrieron la misma suerte que los mares —; aunque los invente. Jagüeyes, senderos, caminos, aves, peces, conejos. Mapanás y seres de la mitología Oloveunense; como los insectos gigantes de OTILO —. Las alfombras de luciérnagas de miles de kilómetros, mas allá de las luxes de luz de La Pal-mira; en la entrada de mi pueblo —. Esta obra, es una antología de diversas porciones de letras, no todas enmarañadas en mi Olop- Oveun, pero, si con el sentimiento y prosa poética de un Oloveunense que acaricia sus remembranzas, arrancadas de fugaces cintas cinematográficas, que se cortan en mi mente, pero se juntan con el esmalte del so-siego; de no dejarlos morir —. No es fácil desprenderse de las brisas decembrinas del parque San Luis Beltrán, sus cumbias y jolgorios de aquellos que yacen en el camposanto o están vivos, encorvados por el peso de los años; mi lugar favorito —. Es un placer llegar y pisar su tierra, cuando eso sucede, el dejavú de mi alma escondida en los recovecos del tiempo, mi juez; se extasía con los efectos especiales de las es-cenas vividas allí; me arrastran tan fuerte, como los brazos juguetones de mis primeros amores de la infancia; logrados en medio del tumulto de las procesiones de los santos patrones, San Luis, San Pedro y San Pablo —. En ese trance, quedo absorto en el mecedor del patio de los sueños y troquilinos de una casa de la calle tres con diez, hasta que mi hija me hace volver en sí —. Pasaron ya 55 años, ya es 29 de julio, día de Santa Marta, donde vivió el ser maravilloso del día 12, Jorge Eliecer Vacca Escobar, mi tío, a quien dedico estos apartes literarios, ese, que pocos conocieron de su alto nivel literario y prosa exquisita, que difícilmente podré superar; ese, noble, sincero y alcahueta, de patios cuyas plumas de Gallus Domesticus Linnaeus se adherían a él, junto con sus carnes apetitosas, con destino al recipiente de aluminio, donde yacía el H2O hirviente con una miscelánea de tubérculos y hortalizas; diría CACHARO: <> —. Ese, que intercambiaba sus camisas nuevas por las viejas de cualquier campesino, al cierre de unos días de parranda —. Enigmático hecho simbólico que entendí y hallo justificación, sabia y decorosa; como dijo él:” …, nadie entiende, que, cuando me marcho de mi Polonuevo querido, el dolor me con-duce a llevarme un trofeo, un recuerdo, que mejor: una pieza de arte impregnada del sudor del labriego de los campos de mi tierra…”. JEVE, el interlocutor anónimo de los escenarios iracundos de la tierra que se ara, que plasmó en su relato <>; uno de mis preferidos:” ... El alma del campo se agiganta y forma un coro de sortilegios; un murmullo avanza con la complicidad del presagio.” Gracias, por tanto.

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