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ISBN 978-958-49-8224-7

Acarreo de laberintos

Autor:Blandón Schiller, Alberto
Editorial:Blandón Schiller, Alberto
Materia:860CO - Literatura colombiana
Clasificación Thema::FYB - Cuentos, Historias cortas
Público objetivo:General / adultos
Disponibilidad:Disponible
Estatus en catálogo:Próxima aparición
Publicado:2022-12-20
Número de edición:1
Número de páginas:152
Tamaño:15x22.5cm.
Precio:$40.000
Encuadernación:Tapa blanda o bolsillo
Soporte:Impreso
Idioma:Español

Reseña

Paredes eternas, largos pasillos, muros de soledad y ecos incapaces de responder a las inquietudes
del morador del laberinto… El minotauro, a pesar de la soledad, de no encajar en el mundo, derroca
esas limitaciones, y su triunfo es escapar del laberinto, dejar la soledad porque su espera le otorgó
la libertad, ese don no puede ni debe ser compartido con nadie. En este mundo invertido que
presenta Blandón, el laberinto no es una prisión, es una casa, es el hogar de alguien; el minotauro
no es una bestia sanguinaria y envilecida, sino un personaje solitario, ingenuo en sus reflexiones,
dolido por no compartir el lenguaje de los hombres…
… alguien ajeno al mundo humano. Por lo demás, es un personaje apartado que no parece sentirse
atormentado por todas sus circunstancias, ya que al igual que los grandes héroes, ha escuchado una
profecía (o una maldición) en la cual se le ha anunciado que será libre, así que sólo es cuestión de
esperar a que el destino vaya en su búsqueda, aferrándose a creer en algo e interpretarlo a su modo,
como el hombre de la posmodernidad.
El solitario morador del laberinto muestra cómo el ser, configurado en un tema mítico, no puede
resistir la soledad impuesta, cómo las diferencias no se subsanan felizmente, sino que, en este
margen de distancias, de prisiones y de aislamientos, el hombre se aleja tanto de sí mismo como de
los otros: el monstruo siempre debe aniquilarse y nunca debe salir del laberinto. Entonces, el
laberinto funciona como eufemismo de lo colectivo, el hombre posmoderno no difiere de lo que se
planteaba en los orígenes, ese ser temeroso que prefiere ocultar, guardar y cuya única
confrontación es para matar, aunque ignore qué hay en el corazón humano como Teseo ignoraba
lo que contenía el corazón del laberinto.
Esta falta de contacto físico es la imagen del desorden en el espacio urbano. La concepción del
orden y el desorden corporal en las ciudades era muy distinta de la que el constructor de
comunidades cerradas proporciona a sus clientes temerosos de las multitudes.
Hoy en día, el orden significa falta de contacto.
Nuestra civilización, desde sus orígenes, ha sufrido el desafío del cuerpo que sufre el dolor. No
hemos aceptado simplemente que el sufrimiento es tan inevitable y tan invencible como la
experiencia, que es autoevidente en su significado.
“¿Conocemos el lugar del dolor -pregunta Wittgenstein- de manera que cuando sabemos dónde
tenemos dolores sabemos lo lejos que está de las dos paredes de esta habitación y del suelo?
Cuando me duele la punta del dedo y me toco un diente con ella, ¿(tiene alguna importancia) que
el dolor esté a una dieciseisava parte de una pulgada de la punta del dedo?”.

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