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ISBN 978-628-95077-2-0

El plato Samuel y el reino del dragón dorado
Samuel se fuga de la comunidad de los platos modernos

Autor:Salomon, Sollirt
Colaborador:Barros Torres, Laura Marcela (Ilustrador)
Editorial:Science Latinoamerica SAS
Materia:808068 - Literatura infantil
Clasificación Thema::FJH - Aventura histórica
Y - adolescentes, adultos jóvenes, jóvenes, niños, juveniles, preadolescentes, de grado medio
Público objetivo:Infantil / Juvenil
Colección:Leo con Leo
Disponibilidad:Disponible
Estatus en catálogo:Próxima aparición
Publicado:2022-11-30
Número de edición:1
Número de páginas:110
Tamaño:16x19cm.
Precio:$29.900
Encuadernación:Tapa blanda o bolsillo
Soporte:Impreso
Idioma:Español

Reseña

El plato Samuel y el reino del dragón dorado
Es una saga de tres cuentos que relata las aventuras del plato Samuel, de Malaga, de Saturno y Escudo Heraldico, contra el malvado Desperfecto en la coicna de una vieja mansión de un anticuario en el norte de Escocia.
El primer libro contiene 5 capítulos: Un platito que soñaba con lavaplatos piscinas, Una tacita de Manises en peligro, Los orígenes de los Teruel y los Manises, El juicio a la tacita de Manises y El terrible regreso de Málaga a la comunidad de los Manises.

Sinopsis

En una vieja mansión del norte de Escocia, vivía un noble anticuario que coleccionaba vajillas medievales españolas y otras obras de arte. En la cocina de la mansión habitaba un platito llamado Samuel. El platito casi siempre permanecía solo y rara vez hablaba con otros platos; no se apilaba con ninguna de las vajillas conocidas y pasaba la mayor parte del tiempo en el fondo de un viejo gabinete enmohecido en el que se dejaban los trastes viejos y las piezas de cerámica antiguas que no se utilizaban. En la cocina había otros gabinetes en los que se organizaban las vajillas modernas más relucientes y esmaltadas. Estos gabinetes se hallaban sobre un gran mesón en “L” que tenía empotrado dos lavaplatos, uno profundo para refregar las piezas más grandes y otro pequeño en el que se lavaban los platitos, lo cubiertos y los vasos. En un extremo del mesón, contiguo a un oscuro pasillo que conducía al umbral del sótano y a una larga escalera por la que se accedía a las habitaciones del segundo piso, había varios cajones en los que los empleados del anticuario guardaban toallas, candelabros, manteles y cubiertos; en el otro extremo del mesón se hallaba el escurridor de platos y desde allí se podía ver parte de un comedor de 16 puestos y un viejo bife orgullo del dueño de la mansión. El anticuario exhibía en él algunas de las más importantes reliquias adquiridas en sus correrías y viajes alrededor del mundo. También tenía pinturas famosas y muchas cerámicas y vajillas medievales exhibidas en las habitaciones de la mansión las cuales en su mayoría había convertido en museo.
Samuel nunca había estado en el escurridor pues jamás le habían usado y era por eso que desconocía de la existencia de ese lugar; tampoco había estado en el lavaplatos que los otros platitos convertían en piscina los fines de semana cuando los empleados del anticuario se iban de la casa. Esos días resultaban ser los más tristes para él, porque desde el gabinete en el que permanecía, observaba a los demás platitos colocar el tapón del sifón, abrir el grifo y zambullirse en las aguas del lavaplatos sin que ningún plato adulto o alguna madre bandeja les regañara por eso. En cambio, a él ni siquiera le dejaban jugar sobre el mesón, y si algún plato adulto le veía merodeando cerca, le pedían con desprecio se fuera hacia su lugar.

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