Reseña

Escrito durante el año 2019, este libro es una exploración obsesiva del yo, una ardua deconstrucción del esqueleto de la identidad. Se entrega al lector la posibilidad de asomarse a un viaje poético que desciende por la psique, escalón tras escalón, pregunta a pregunta, para abrirse; un viaje que desemboca en otros viajes.
Una voz que indaga y se estrella, se ahoga a sí misma y encuentra belleza ahí, en lo terrible, en lo que rara vez encuentra un nombre. En los golpes, en las caídas.
Cada poema aparece como un peldaño hacia abajo, como una habitación que ha de recorrerse y apreciarse. Espejos y tortugas y seres alados saltan por ahí, muestran su sonrisa y su llanto, y la voz continúa.
Poemas que tejen un camino: un libro para recorrerse paso a paso, con calma. Un libro que en cierto momento empieza a abrirse de la mano de otras voces, de otros sueños. Un libro que a la vuelta de la última página parece convertirse en otro, así como la voz que canta lo que ha visto en sí misma: al final del recorrido está más poblada de otras voces.
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Un viaje, en fin, por la corteza de un iceberg para encontrar en el descenso lo que acaso intuimos y lo que no alcanzamos a sospechar. Un viaje a la fuente del yo.
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Después de La ciudad y sus bestias, libro de tono fuerte que busca la arteria de la roca, vino Piedra en el agua, donde cada poema es gota del tejido del agua, pleno de sí y del flujo del conjunto. Ahora, en este Cuaderno de un descenso, el lector encontrará un lenguaje que, si bien se afirma, amplía la perspectiva del tono y se hace más musical; destellan estalactitas en las paredes del poema.