Te invito a vespertina
Cartagena de Indias y el cine en los años sesenta: Barrios, películas y cineclubes
Autor: | Chica Geliz, Ricardo |
En Cartagena la expresión “Te invito a vespertina” era una convocatoria muy común, aunque está en el olvido social, se surtía a diario en los barrios ya que los cines en su mayoría no tenían techo y había que esperar hasta las seis de la tarde a que bajara el sol para proyectar la película en horario vespertino.
En los años sesenta, el sentido de la expresión comienza a cambiar, pues, se develan otras maneras de ver cine y de estar juntos en el cine. Ya no se trataba solo de escapar o de distraerse. Ahora, también, el cine servía para pensar. Si el melodrama explicaba el mundo a través de la fatalidad, en los cineclubes se interrogaba el mismo mundo para cambiarlo. Si el festival de cine se inventó para traer turistas, los jóvenes lo reinventaron para conectarse con otras coordenadas juveniles y planetarias. Si ¡Quemada! trajo a Colombia a Marlon Brando, de la manera más insospechada y emocionante, también presentó a Evaristo Márquez, campesino descendiente de negros cimarrones, como estrella de la cinematografía mundial. Si la clase letrada conservadora regañaba al público en la prensa por su mal comportamiento en el cine, en las mismas páginas, se salían del quicio leyendo la crítica cinematográfica que escribía un joven Alberto Sierra y un joven Libardo Muñoz, entre otros. Si en 1958, una Cartagena sin alcantarillado iba al cine para aliviar su dolor en el dolor ajeno, en 1970 las gentes negras y mulatas de Chambacú se inmortalizaron en la pantalla cuando se vieron en ¡Quemada! y en el siguiente año fueron erradicadas para siempre.