Historias y leyendas del caribe colombiano
Autor: | Escorcia Barros, José Antonio |
Colaboradores: | Avila Pérez, Alfonso José (Editor Literario) Avila Bustos, Camilo José (Diseñador) Leal Leal, Bibiana (Ilustrador) Herrera Lora, Rosa Alejandra (Coordinador Editorial) |
Las historias y leyendas de este libro pueden ser reales o inventadas, sin que la frontera entre realidad y ficción esté claramente delimitada, pero cada relato constituye un todo coherente con un claro mensaje o, simplemente, aparece como un registro histórico de un hecho acontecido en circunstancias singulares de tiempo, modo y lugar, que incendia la imaginación del principiante. El conjunto de estos relatos forma parte del acervo cultural y de la cosmovisión del Caribe colombiano, que William Faulkner ampliaba a un mundo que comenzaba en Río de Janeiro y terminaba en Nueva York.
Mucha razón le asistía a Germán Arciniegas, cuando afirmaba que la libertad nació en El Caribe, pero no sólo la libertad en el sentido político que lo llevaba a afirmar que “La historia del Caribe en el siglo XVI hay que verla como un campo de batalla donde se juegan, con los dados de los piratas, las coronas de los reyes de Europa,” sino la libertad entendida como el vuelo libre de la imaginación que le da rienda suelta a narraciones populares de hechos fabulosos.
Tanto El Caribe como El Mediterráneo, que los romanos denominaban Mare Nostrum, son mares interiores, pero con una gran diferencia, pues mientras este tiene dos salidas: una natural por el estrecho de Gibraltar y otra por el Canal de Suez, obra del ingenio humano, el Mar Caribe tiene una multiplicidad de bocas gracias al rosario de islas antillanas que lo circunscriben por su costado oriental formando un semicírculo desde el Golfo de México hasta la desembocadura del Orinoco. Con tantos accesos naturales resultaba muy difícil, casi imposible, controlar el ingreso de piratas y filibusteros que durante varios siglos sembraron el terror en las ciudades portuarias, asaltando, robando y secuestrando mujeres. Varios de esos salteadores contaron con la simpatía y apoyo de potencias europeas como Inglaterra u Holanda que los empleaban para hostilizar a naciones como España y Portugal con las que estaban librando guerras en el Viejo Mundo.
Los reyes les expedían “patentes de corso” y los llamaban corsarios, pero esas autorizaciones carecían de fundamento legal, y su único sustento era la fuerza o la “ley del más fuerte”. Los corsarios terminaron convirtiéndose en piratas y cometiendo toda clase de violaciones y saqueos en oficinas, hogares e iglesias. Sus acciones criminales, que en nada se parecían a una guerra regular, hicieron que la pretendida diferenciación entre pirata, corsario, bucanero o filibustero ya no tuviera sentido, pues todos cometían los mismos desafueros en los puertos del Caribe.
Era apenas natural que estos asaltos repentinos mantuvieran a los habitantes de las ciudades costeras en permanente alarma. Ese estado anímico quedó grabado en la psique colectiva de las gentes del Caribe que, generación tras generación, fueron tejiendo numerosas leyendas, donde los piratas eran protagonistas estelares asimilados a demonios o duendes malévolos. Muchas de estas leyendas, más otras de su propia inspiración, son las que recoge el profesor José Antonio Escorcia con bastante acierto en este maravilloso libro.
Quienes nacimos en el Caribe, escuchamos de niños muchos de esos relatos con expectante atención y con el temor natural de que personajes fantásticos pudieran aparecer de un momento a otro en nuestro entorno doméstico. En el Caribe lo imaginario desafía a lo tangible y la ficción es un personaje de carne y hueso que convive con nosotros en la realidad cotidiana. En esos relatos, como en el aforismo griego, nosce te ipsum, nos podemos ver reflejados los nativos de la región Caribe, cuyo litoral dibuja la cara de Colombia hacia el mar de las Antillas. En las historias y leyendas que discurren por las páginas de este libro se pueden apreciar las costumbres, creencias y valores que caracterizan a un pueblo que mira a la vida con alegría y optimismo.
Carlos Rodado Noriega