Desarrollo histórico del español
Oralidad, lectura y escritura en las transformaciones de la lengua, la cultura y los sujetos
Autor: | Montoya Marín, Juan Eliseo |
La lengua es uno de los elementos culturales con mayor peso e importancia, profundidad y proyección. Es la que permite la creación de metarrelatos, configurar un sistema de creencias y generar intercambios de todo tipo. Conocer la historia de una lengua es conocer también la historia de las comunidades donde se gestó y se desarrolló y la de los sujetos que han hecho parte de su devenir. El español ha sido una lengua que emergió en el corazón de luchas encarnizadas por el poder, el control y la supremacía, ha atestiguado tiempos de tranquilidad y de conflicto y encuentros y destrucción de mundos, y ha creado palabras para ello. El español guarda en su ADN la huella de lenguas ancestrales asiáticas, europeas, americanas y, muy seguramente, africanas a través de las forzadas migraciones humanas a América y en el habla cotidiana de quienes han constituido colonias en Guinea Ecuatorial o Marruecos, de diversas formas y con variados intereses.
La historia de la lengua es una historia sangrienta y espiritual, comercial y académica, arquitectónica y musical, bélica y de navegación, peregrina y rústica, erótica y romántica, literaria y filosófica, política y mítica. Estudiar el desarrollo histórico del español es una forma de arañar poco a poco la propia historia personal y social, geopolítica y misteriosa que se encierra detrás de cada hombre y cada mujer que han pronunciado una palabra en lo íntimo, lo privado o lo público; es una responsabilidad para tener un elemento más de juicio para convivir y proyectarse críticamente, sobre todo en el tiempo de profundas y dolorosas migraciones humanas, el lapso de crecimiento desmesurado de los medios de comunicación, el momento de mayor riesgo de desaparición por la destrucción de todas las formas de vida, la era digital que llega con sus propias palabras, retos y condiciones. Nunca antes se requirió tanto de la palabra (y la acción) para que germinen bondad, compasión, respeto, generosidad, paz y diálogo, en general, humanidad.