Reseña

Si no hay resurrección de muertos, entonces Cristo no resucitó, pero él ha resucitado y los apóstoles dan testimonio, porque lo vieron vivo, le hablaron y lo adoraron. Así, observaron actos que no puede hacer el espíritu de un difunto, y por eso él les dijo: “Un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” Ellos lo han reconocido mejor que cualquiera, y también en este tiempo: Aarón, Samuel y Naasón, lo han avistado plenamente. En conjunto, uno a uno han entrado con él en una comunión única y personal por la Elección, y en la circunstancia de cada llamamiento. La resurrección, es el mensaje per se de la predicación, justifica el evangelio, y observa la contundente victoria de Jesús sobre la muerte como evidencia para creer. Actualmente, hay un apóstol que enseña a identificar a Cristo como es debido y en el orden según la revelación de Dios. Los temas de este volumen, pretenden apoyar esa hermosa labor, haciendo discernimientos y procurando las relaciones que incorporen los hilos temáticos de una enseñanza que, sitúa a las personas frente a la realidad de que todo no acaba en esta vida, ni que la muerte es el final. Los conceptos e ilustraciones sobre el ser humano, la aplicación de términos, significados y nociones, los aspectos sobre la vida, la muerte y sus estados, los modelos y condiciones de la existencia, los apuntes escatológicos; eso y más, se ha contextualizado entorno a la resurrección. Todo para expresar que la muerte no es una tragedia, porque Dios ungió a Cristo y lo levantó de la tumba, asegurando la resurrección de todos. Las buenas nuevas del evangelio son el camino de fe que nace en ese evento, confirmado y puesto en las manos de los apóstoles. Por eso, el resucitado interpela la fe, no se revela al mundo, sino a sus apóstoles, a los que él quiere, y no a los que quieren. Así se fundamenta su predicación, no solo porque ellos lo han visto, tocado y oído, sino porque han recibido autoridad para anunciar que él vive y continuar su grandioso Ministerio de la Reconciliación.