Reseña

UN ESCRITOR DE MENTIRA
Un narrador no es otra cosa que una voz que ejerce el sagrado oficio de la contemplación y nos propone, cada tanto, adentrarnos con él a las entrañas del templo. Es posible que la conmoción y el extrañamiento estén apostados en las escalinatas y haya entonces que recorrer un largo camino, ese que va desde el susurro de los mercados hasta la mirada que abreva en las cuencas vacías de los miserables y, al final, descubrir lo bello y lo sublime ocultos tras sus pasos lentos, o apostados en las esquina como bestias que ríen a carcajadas mostrando orgullosos sus colmillos recién sangrantes de su propia sangre; fantasmas delirantes nostalgiándo un mundo quizá no vivido o recordándose que las cuerdas de su viejo reloj están a punto de detener su marcha.
Juan Trillos es el oficiante que nos guía por los callejones más oscuros de las ciudades ausentes que habitan su memoria, templos de ancha y empinadas paredes con una sola puerta que traspasar; un solo paso entre ausencia y presencia, ciudades reinventadas donde suele darles rostro a sus personajes, enmascararlos, devolverles el aliento o dolerse de sus tragedias; deambula con ellos si lo merecen. Él mismo, a veces, se reconoce entre los moribundos y se narra con la suficiente distancia que va de lo ficcional a lo onírico o se burla de los vivos que intentan resistirse a partir. Breton no hubiese dudado un solo instante en reconocer en él un avezado alumno, fundamentalmente por su exacerbado humor negro.