Reseña

Manuela es, por decir lo menos, la mejor radiografía del país, una profecía, el mejor de los presagios de aquello que les esperaba a las futuras generaciones y por qué razón no merecen una segunda oportunidad sobre esta tierra de Dios.

No sólo fue maltratado su autor, Eugenio Díaz Castro, por los dueños de la letra en la época republicana, sino que su obra, Manuela, sufrió prácticamente la misma suerte: la editaron por entregas sin el permiso de Díaz Castro, quien había fallecido y declarado en su testamento que no autorizaba la edición de su novela; le fue cambiado el título, adicionándole que se trataba de un cuadro de costumbres cuando ni siquiera la crítica contemporánea ha sido capaz de darle su verdadera dimensión: la primera novela del realismo.

A Eugenio Díaz lo difamaron, acusándolo de analfabeta y de campesino "enruanado" cuando en verdad hablaba francés como pocos y era dueño de una considerable fortuna. Los retratistas de la época lo pintaron en un cuadro con ruana tras su muerte por orden directa de los escritores conservadores y costumbristas del grupo literario El Mosaico.

Les interesaba ocultar el anquilosamiento de la sociedad colombiana y las consecuencias de retrasar el progreso que campeaba en el resto del mundo. Por eso velaron a la Manuela de Díaz Castro y enaltecieron a la María de Jorge Isaacs.

En ese orden de ideas, el puesto que verdaderamente le corresponde a Manuela fue usurpado, ocupado por un símbolo de sacrificio y deber ser judeocristiano que para ese momento distaba mucho de corresponder a la realidad colombiana.

Con la 'jugada' editorial de El Mosaico, se negó el verdadero capital simbólico de un escritor consecuente con la realidad del entorno que le tocó vivir y con sus lecturas críticas y modernistas.

De esta manera, la literatura colombiana tuvo que esperar mucho por la novela del realismo y muchísimo más para poder acceder a la novela moderna.