La hermosa estación
Autor: | Sánchez , Maria Clemencia |
Una hermosa estación Quizá no nos vaya quedando otra estación más clara y nada pasajera que la de la poesía, una estación que permite en un mismo cuerpo reunir otras cuatro estaciones, ojalá ancladas en una pieza maestra de Vivaldi. Más allá de las condiciones climáticas, de una primavera juvenil, de un verano con sed de vivir, de un otoño en el que se nos caen las hojas de los libros y de un invierno de días cada vez menos cortos y de noches más largas, está la voz de autoras como María Clemencia Sánchez. Alegra, sí, alegra este pequeño y rumoroso libro de María Clemencia Sánchez por su palabra ascética y por un don natural para con ella evocar, suscitar realidades, crear atmósferas y oírse, antes que escuchar al coro, a sí misma. Es por esto que intuyo que es desde el presentimiento donde percibe que “hay una lengua para decir luz” y otra muy otra “para decir el agua”. (“Poema del deseo en creole”). Y que sobrevive aún maltrecha la infancia, esa única patria al decir de Rilke, ese lugar que como los árboles de la mañana guardan “el camino a casa”. Alegra sí, su rigor y la mesura que no sequedad de su palabra. Esto en cuanto sus poemas. Como complemento, como otro par de estaciones, es muy buena la entrevista que le hace a Helena Araujo, la olvidada novelista bogotana de La M de las moscas y de Fiesta en Teusaquillo. Una mujer disruptiva para el ámbito aldeano y clerical de una Colombia en la que, sin haberse ido del país, ya vivía en un exilio interior. Su partida a Suiza en 1970, donde murió, sin duda prolongó su desahucio de las letras colombianas. En este trípode de géneros escritos, tras los poemas de María Clemencia y de la entrevista mencionada, se inserta su ensayo sobre Luis Rosales, otro olvidado de las letras españolas. Con él se cierra una muestra de los muchos talentos de la autora de Paraíso precario, una de las voces más personales y notables de la reciente poesía colombiana. Detenerse en esta “hermosa estación” es hacerlo a las puertas de una obra en permanente develación. Juan Manuel Roca