Reseña

Para comenzar es preciso señalar que la sociedad actual afronta un cambio de época en donde los protagonistas son la incertidumbre y la sensación de riesgo (de obsolescencia, precariedad, etc), condiciones que están logrando determinar la trayectoria de las personas y su rol en la comunidad. La actual sociedad capitalista ha establecido reglas que han cambiado las relaciones de todo tipo, donde lo importante ya no es el sujeto y su ecosistema sino los beneficios tempranos sobre el capital, un espacio donde la estructura de acumulación y distribución de los recursos omite criterios compartidos de justicia social. La sociedad busca un orden y reclama garantías institucionales, pero encuentra que el estado, se ha transformado en un actor más, dado que sucumbe ante las pretensiones de la economía de mercado, con capacidad limitada y condicionado a la creciente presión de intereses privados con aspiraciones monopolistas. Las relaciones de dependencia económica, financiera, tecnológica, de los países en desarrollo respecto de los más desarrollados se acentúan y menoscaban la capacidad de un país para decidir por su propia cuenta (Castillo-Muñoz et al. 2014). Las barreras al desarrollo y modelos de consumo impuestos impiden generar el superávit necesario para aminorar sustancialmente el costo de la deuda del estado, quien ante los compromisos y necesidades incesantes realiza “innovaciones” sociales que se cristalizan a través de permanentes reformas; al final el impacto real se materializa en un mayor nivel de apalancamiento del balance cuya renta sobre el capital estará a
cargo de los contribuyentes.