Reseña

“Poemas de Imalí” de María Teresa Acuña Orduz parecen decirnos, que la poesía implica un acto de valor civil a toda prueba, en el que un ser humano le abre su alma por completo al mundo. Y en esa apertura valiente, el amor, el desamor, los encuentros, los desencuentros, la nostalgia de una infancia que fue feliz; infancia de campo, de casa azul celeste, de árboles centenarios, bordeada por girasoles, que inexorablemente nos conecta con la proliferación magnífica del color amarillo, como si hubiesen sido pintados por Vincent Van Gogh, quien arriesgó su salud mental y su tranquilidad personal a nombre del arte. Esa infancia feliz le agilizó todos sus sentidos, enmarcados a continuación por una exquisita y también sufriente sensibilidad, que, con temple y coraje, se ha mantenido intacta hasta la hora presente. Álvaro Pablo Ortiz