Reseña

La salsa como complejo musical tiene su advenimiento en la ciudad de Nueva York a finales de la década de los sesenta, producto de la confluencia de una amalgama de sonoridades del Caribe hispano, anglófono y francófono, dentro del contexto de una inmensa integración caribeña. Debemos, en tal sentido, considerar fenómenos como la resistencia cultural, la preservación de la memoria histórica y “las redefiniciones locales al tempo-espacio lineal de la modernidad”, para encontrar la más acertada aproximación a la identidad musical del Caribe.
Si bien los cubanos en un principio reclamaron para sí, como música de su pueblo, “el sentido de representación colectiva“ del naciente fenómeno musical, arguyendo con algo de razón, la presencia innegable del son, sus raíces y vertientes en muchas de las melodías que hacían furor en el ambiente neoyorkino de la época, “revisionistas históricos” de la etnomusicología cubana, en cabeza de Leonardo Padura Fuentes, admitieron con justeza que el sonido plural de la “salsa“ que estaba ya en el ambiente, representaba un salto, una ruptura, mas no disonante, con los sonidos típicos de la música cubana, que si bien aportaba los orígenes, no se correspondía en su totalidad con la nueva corriente sonora que pertenecía a una comunidad musical más extensa.