Reseña

El hecho, indudable por cierto, es que José Zorrilla, a partir de Don Juan Tenorio, clásico por antonomasia de su más brillante creación literaria, dio vida propia a una leyenda ineludible, mitológica, que incidirá directamente en la instalación en la posteridad de la efigie del mujeriego y "rompecorazones" por excelencia: la imagen del tempestuoso galán conquistador, la imagen más cercana y palpable del truhan irremediable, aquella que no sería posible ser concebida sin la marca que dejó para las letras universales el inefable "don Juan" de su creación fantástica: errático, burlador despiadado, de sentimientos medidos sin escrúpulos, calculador al extremo; irreverente, contestatario, apostador y jugador compulsivo, pero igualmente el reflejo mismo del seductor imposible; sí, ese fue el "don Juan" de la creación imaginaria de José Zorrilla, ideario sin grises posibles, amado a muerte u odiado a muerte, para quien reto de conquista amorosa jamás tuvo rival la historia universal, salvo, obviamente, el arquetipo máximo del libertino seductor de la vida real, inspiración insoslayable para Zorrilla en la modelación y razón de ser de su don Juan Tenorio, el italiano Giacomo Casanova.