Reseña

Los seres humanos tenemos una lista de fidelidades: somos fieles a la inclinación espiritual, al género, a la edad en la cual estamos, al lugar donde nacimos o residimos, a equipos deportivos, colores, marcas; asuntos profundos y simples. Es muy importante preguntarnos si somos fieles a nosotros mismos, si somos consecuentes con lo que pensamos, sentimos, expresamos y vivimos. Serse fiel debe entenderse como una obligatoriedad existencial, se trata de creerse el cuento que llevamos dentro. Serse fiel es seguir el camino trazado para lograr los objetivos legítimos, esenciales y trascendentes: creerse con derecho a ser feliz. Serse fiel es estar convencido de que vivimos para realizar algo valioso, que impacta la historia de la humanidad y construye armonía, encuentro, desarrollo, justicia, inclusión. Serse fiel es sentir en el alma el derecho de estar aquí, es saberse útil e importante, es un acto de reconocimiento íntimo que nos permite sabernos únicos e irrepetibles, no desde el ego no por ser más o mejor que nadie, por el contrario, entendiéndonos con la responsabilidad de entregar a borbotones eso que reconocemos como nuestra misión; porque es nuestro deber sagrado y porque es desde ahí desde donde nos habremos cumplido a nosotros mismos, a nuestra fuente, a la vida y a los demás, como seres esencialmente sociales y colectivos que somos.