Reseña

La presente narrativa nace a raíz de la condecoración otorgada al autor Luis Eduardo Caro por cultivar la palabra como alimento del alma. Desde su lecho delirante y la soledad infinita cambia de lugar por el atajo de las humanas lecciones y las costumbres renovadoras y desde un todo indivisible del espacio – tiempo, logra en su segunda novela narrar situaciones rutinarias, experiencias vividas, el culto a la muerte y el desprecio a la vida, idilios entrañables, picardías humanas, fiestas populares, visitas a museos, aconteceres que lo conmueven por causa de los hábitos propios de los diversos territorios que recorre y, sin resignarse, invoca al mismo tiempo un cúmulo de recuerdos:
“Continúe mi caminar por el espacio del Cristo Roto y me detuve a leer la placa incrustada en la pared enchapada: “Quiero que al verme roto te acuerdes de tantos hermanos tuyos que están como yo, rotos, aplastados, indigentes, oprimidos, enfermos, mutilados, sin brazos, porque no tienen posibilidades ni medios de trabajo; sin pies, porque les han bloqueado los caminos; sin cruz, porque les han quitado la honra, el honor y el prestigio. Todos los olvidan y les vuelven la espalda, aunque son como yo”. Lo leí tres veces. No podía creer lo que estaba leyendo: el Cristo Roto, con su cuerpo mutilado denuncia las injusticias entre los hombres”.