El hombre sin miedo. La historia de Sixto Muñoz, el último tinigua
Autores: | Bolaños Quiñónez, Katherine Elizabeth Palacio Hernández, Ricardo |
Este libro se deriva de una investigación biográfica centrada en la trayectoria de vida último hablante conocido de la lengua tinigua y representante del legado histórico y cultural de los tiniguas. Este grupo indígena habitó alguna vez los llanos del Yarí, en el departamento del Caquetá, hasta aproximadamente la década de los años cuarenta, cuando se desplazó a la serranía de La Macarena, en el departamento del Meta. La historia de este grupo, como la de Sixto, ha estado marcada por la violencia, la pobreza, el olvido y el abandono por parte del Estado, así como por las pérdidas. Sixto perdió no solo a sus familiares como consecuencia de la guerra y del exterminio de que fueron víctimas los tiniguas durante la violencia entre liberales y conservadores entre finales de la década de los cincuenta y comienzos de la década de los sesenta, y por las enfermedades que acabaron con sus últimos familiares, sino también sus prácticas culturales, sus costumbres y su territorio. Podríamos decir que lo último que le queda, hoy en día, para aferrarse a su identidad su historia y su lengua, que desaparecerá cuando él muera.
Aquí recogemos las historias narradas por Sixto sobre diferentes viajes que hizo a lo largo de su vida. Durante los últimos cuarenta años, aproximadamente, Sixto vivió en el Meta. Hoy, después de muchas idas y vueltas, ha regresado a vivir en un lugar donde lo hizo por unos veinte años, entre los años cincuenta y los años setenta.
Tal vez este sea el último desplazamiento de Sixto en su vida. Dejó cerrada su casa, que está muy cerca del caño Yarumales, a unas seis horas por el río Guayabero, desde La Macarena. Se llevó dos perros de tres que tenía, siete gallinas y un gallo. No vendió la tierra. Se fue remando en una canoa río abajo durante siete días hasta Barrancón. Aunque ya no es el mismo que bajó a remo por el río hace más de sesenta años, cuando iba en busca de mujer, Sixto nos dijo que no sintió miedo de venirse remando río abajo hasta el Guaviare ni de regresar a un lugar que muchas veces le fue hostil y al que no iba hacía mucho tiempo.