La llama inclinada
Y otros poemas
Autor: | Satizábal, Carlos |
No dice: "cayó la nieve", dice: "al amanecer el cielo descendió a nuestras manos". No dice: "niebla", dice: "una nube de frío ocultó las piedras y los rostros apurados de las calles". No dice: "Somos pesados y humanos", dice: "El cielo es de los pájaros". No dice: "la música nos hace participar de los atributos divinos". Dice: "un canto asciende de los cielos de dios". En esta poesía atareada, luminosa, numinosa, pensativa, estamos en el día octavo de la creación, donde todo ha quedado por un tiempo en las manos del hombre, en las lenguas del hombre, y nada es meramente materia y nada es meramente espíritu. Los metales obedecen a la voluntad, el agua se niega a lavar las culpas, la vida es fragilidad, todo nos estremece por su dimensión cósmica, por su pertenencia a un orden amenazado, y todo tiene una raíz mitológica. Ya al ser humano no lo asombra ni lo conmueve que le ocurran las cosas, lo asombra y lo conmueve que ocurran: que la luz se refugie en el agua, que la llama se refugie en las ramas, que el amarillo se refugie en la llama. Despertar no es nunca despertar a la habitación ni a la biografía, es siempre despertar al universo insomne de astros y de grillos. En La llama inclinada, Carlo Satizábal nos enseña a ver y nos enseña a oír; nos revela de pronto casi con rudeza que vivir es algo más que dejarse llevar por los vientos del día y por las olas de la historia, que seremos menos dóciles si sabemos ver en el mar azul de Cádiz "la oscura sangre de esclavos y galeotes que rumian sus miserias al olvido de las olas", que seremos más firmes y más poderosos si sabemos ver "el costillar de peces de viejos galeones sepultados en oro, / las voces milenarias del vino y del salitre, / las canciones del sol que vuelve pensativo del mar de África"